Es muy frecuente hablar de
libertad, de defender esta capacidad del hombre de ser libre, sin embargo no se
habla tanto de responsabilidad. Ser responsable supone asumir las consecuencias
de los propios actos, de nuestras decisiones.
La responsabilidad no
significa sólo responder ante uno mismo, hemos de responder también ante los
demás.
Podemos definir a la persona responsable como
aquella que asume las consecuencias de sus actos intencionados, resultado de
las decisiones que tome o acepte; y también de sus actos no intencionados, de
tal modo que los demás queden beneficiados lo más posible o, por lo menos, no
perjudicados; preocupándose a la vez de que las otras personas en quienes puede
influir hagan lo mismo.
Una persona responsable toma decisiones
conscientemente y acepta las consecuencias de sus actos, dispuesto a rendir
cuenta de ellos. La responsabilidad es la virtud o disposición habitual de
asumir las consecuencias de las propias decisiones, respondiendo de ellas ante
alguien. Responsabilidad es la capacidad de dar respuesta de los propios actos.
Para que pueda darse alguna responsabilidad son
necesarios dos requisitos:
Libertad.
Para que exista responsabilidad, las acciones han de ser realizadas libremente.
En este sentido, ni los animales, ni los locos, ni los niños pequeños son
responsables de sus actos pues carecen de uso de razón (y el uso de razón es
imprescindible para la libertad).
Ley.
Debe existir una norma desde la que se puedan juzgar los hechos realizados. La
responsabilidad implica rendir cuenta de los propios actos ante alguien que ha
regulado un comportamiento.
El hombre responde de sus
actos ante sí mismo (juicio de conciencia) y otros hombres. A su vez, la
responsabilidad ante los demás puede ser de varios tipos: responsabilidad
jurídica (ante las leyes civiles), familiar-doméstica (ante la familia),
laboral, etc.
Sí. Hay exceso de responsabilidad cuando se piden
cuentas -a sí mismo o a otros- de comportamientos que no estaban regulados o
que no era preciso regular. Suele darse cuando falta amor a la libertad; por
ejemplo, si se pretende regular y controlar todo y al detalle, atenazando
diversidad e iniciativas. Pero es más frecuente la irresponsabilidad.
Disminuye
la responsabilidad lo que disminuye la libertad, es decir, lo que entorpece la
voluntad y el entendimiento, que son las facultades necesarias para realizar
acciones libres. Por ejemplo, la violencia, la ignorancia y el miedo.
Es preferible ser hombres
libres, dueños de sus actos, capaces de tomar decisiones y de asumir sus
consecuencias. Da gusto tener en el propio equipo a alguien que cumple los
compromisos con responsabilidad.
La palabra responsabilidad trae malos recuerdos a
la imaginación por varios motivos: Normalmente sólo se relaciona con errores o
castigos, pues cuando la consecuencia de una acción es un premio no suele
hablarse de responsabilidad sino de mérito.
Responder ante otros parece ir contra la propia
libertad. Ambas cosas van unidas: sin libertad no hay responsabilidad, sólo
quien es dueño de sus actos puede responder de ellos.
La responsabilidad se ve como opuesta a la
diversión. En realidad sólo se opone al tipo de diversión sin medida; pues una
persona responsable sabe divertirse en los momentos y modos razonables.
Ya hemos dicho también que no
vivimos solos en el mundo y que nuestros actos repercuten para bien o para mal
en los demás, en este sentido tenemos un compromiso de comportarnos como
personas ante la sociedad.
No podemos concebir nuestras vidas fuera de todo
compromiso. Esto ocurre cuando pensamos únicamente en nosotros mismos y no
consideramos al resto del mundo, buscando exclusivamente pasarlo bien.
Ser responsable significa
obedecer. Obedecer a la propia conciencia, obedecer a las autoridades, obedecer
a mis superiores, sabiendo que esa obediencia no se refiere a un acto pasivo,
de esclavo, sino a un acto operativo de compromiso, de deber.
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