Es importante que te des cuenta del momento en que necesitas
renovar tus recursos internos, aunque en ocasiones te suceda que por ir
demasiado de prisa a dónde quieres llegar, dejas de ver los indicadores de que
es tiempo de hacer un alto en el camino.
No sea que te
suceda como el cuento del leñador, quien se propuso firmemente ser el
mejor del lugar, así que el primer día tomó su sierra y logró talar 15 árboles
en una jornada, muy emocionado, al día siguiente se levantó más temprano y se
propuso elevar el número de árboles talados, sin embargo logró terminar
sólo 10, sorprendido por esto, al día siguiente llegó aún más temprano y se
esforzó por hacer el trabajo más rápido que lo normal, sin embargo pasaron los
días y por más que se esforzaba por aserrar más rápido y con más fuerza, cada
vez su desempeño era peor, pues talaba menos árboles, a pesar de que le
dedicaba más tiempo y esfuerzo a esa actividad.
Esto era
incomprensible para él, hasta que otro leñador le preguntó ¿Te has dado tiempo
para afilar la sierra? Entonces descubrió que estaba trabajando con una
herramienta ya casi inservible. Nunca se dio tiempo para renovarse.
Eso
hacemos en ocasiones con nuestra persona, queremos rendir y ser más
productivos, pero no nos damos cuenta que estamos desgastándonos, en nuestra
salud, usando herramientas obsoletas, o tratando de aplicar estrategias que ya
no dan los resultados que esperábamos para nuevas situaciones, o no nos damos
tiempo para descansar y desconectarnos del trabajo, etc.
La falta de
renovación es como olvidarnos de poner gasolina al coche, tarde o temprano nos
quedaremos sin movimiento. La naturaleza nunca perdona la falta de
cuidado que tengamos con nuestro cuerpo y nuestra mente.
No nos damos tiempo para renovar nuestras capacidades, simplemente
tomamos el camino y nos vamos de frente sin “afilar la sierra” y terminamos
cansados, enfermos y desgastados.
A veces las crisis
existenciales o accidentales nos obligan a cambiar de perspectiva. La
muerte de un ser querido, una enfermedad, un problema de relaciones personales,
la pérdida de un empleo, un cambio de ciudad, etc. Son causas externas
que nos obligan a detenernos y a replantear nuestra vida. ¿Qué debo hacer para
superar esta situación?
La respuesta es renovarse, principalmente en lo
espiritual, hay que encontrar un ancla que te ayude a sortear las dificultades
de la tormenta.
Dependiendo de la situación, la pregunta más importante
debe ser ¿Qué estoy aprendiendo de esto que me pasó? ¿Qué necesito hacer
para seguir adelante? Es importante que tú seas quien tome la iniciativa,
no le dejes a la vida que decida por ti, la vida no sabe quién eres ni lo que
vales, hará cualquier cosa. No te dejes llevar por la vida, toma tú el
control.
Hay etapas en la vida en la
que sientes la necesidad de madurar y dar un paso adelante, formalizar una
relación, consolidarte en el trabajo, tener una familia.
O bien cuando
deseas dar la vuelta a la página, por ejemplo, cuando ya no quieres ser
empleado sino convertirte en un empresario, tienes un proyecto que debes
terminar, y llegas a la conclusión de que necesitas cambiar de lugar en donde
vives, o tal vez debes ya terminar con esa relación que no va hacia ningún
lado, etc.
Esos son momentos en los que es necesaria la renovación
personal.
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