Somos la suma de todas nuestras decisiones anteriores. El día de hoy es un resumen de todas las decisiones que tomamos ayer y anteayer. Cuando alguien se pregunta “¿Cómo he llegado a esto?”, debería repasar la larga lista de elecciones que ha tomado en los últimos años. Y quien se pregunte: “¿Cómo será mi vida en el futuro?”, debería examinar las decisiones que toma hoy en adelante. Como dice el adagio: una cosa lleva a otra. Por todas estas razones, aprender a tomar decisiones es una habilidad fundamental en la vida que puede aprenderse.
Con cada decisión, la vida toma una dirección, se bifurca, se desdobla; por eso, decidir genera temor. Miedo a equivocarse. Así, algunas decisiones quedan suspendidas en el aire. Aunque “no decidir” es también una decisión, de modo que es literalmente imposible no tomar decisiones. De alguna manera, deliberada o no, ¡siempre estamos decidiendo! Y de todas, la peor decisión es la indecisión. Eso es peor que equivocarse.
Si decidir es un proceso tan importante, ¿cómo es que las personas no cuentan con un sistema que les ayude a hacerlo? Para tomar buenas decisiones se han de cumplir tres supuestos: aceptar la posibilidad de errar, definir con exactitud el problema e identificar las opciones, y usar como herramienta las buenas preguntas. Veámoslo más desarrollado.
EL VALOR DE EQUIVOCARSE
“Si no puedes fallar, entonces no vale la pena” (Seth Godin)
Aquí la palabra “valor” tiene dos aceptaciones válidas: la de utilidad y la del atrevimiento. Una vez, alguien a quien leí expresó algo bello: “Si deseas tener más éxito, debes equivocarte más”. Estas sabias palabras me hicieron reflexionar sobre lo poco que nos permitimos probar, errar y aprender. Obviamente, el autor de ese pensamiento se refería al valor del error en el ciclo del aprendizaje: corregir a partir de las equivocaciones, más conocido como método de la prueba y el error ( el método científico). No le faltaba razón: todas las personas con logros significativos han conocido el fracaso y la caída en su camino hacia el éxito. Los errores son una etapa del éxito que no conviene evitar; son demasiado importantes como para tolerarlos o soportarlos. Cometer equivocaciones forma parte de la vida, son naturales y necesarios. Condicionar las decisiones o postergarlas para evitar el error es contraproducente.
En la cultura anglosajona se valora a las personas y empresas que han cometido errores, y los han corregido, por encima de quienes los quieren evitar a toda costa. La lista de empresas y emprendedores con éxito son un ejemplo de quienes, habiendo cometido errores, después, y una vez corregidos, triunfaron. En sus biografías se mencionan grandes errores, y no fracasos, como pueden interpretar algunos, porque solo fracasa de verdad quien no lo intenta. ¿Y la suerte? Me temo que no existe tal cosa: la buena o la mala suerte son una superstición.
Las empresa que mejor sobrevivirán al actual y doloroso reset económico son aquellas que priorizan la creatividad y el talento por encima de jugar a lo seguro. Empresas innovadoras. E innovar significa arriesgar todo lo conseguido para lograr algo aún más valioso para los clientes. Es probable que las empresas que no se atrevan a arriesgar lo conseguido hasta la fecha, para reinventarse de arriba abajo, se queden fuera del mercado.
Las personas extraordinarias son, en realidad, personas ordinarias, pero que en un momento decisivo de su vida toman decisiones extraordinarias. Su grandeza es fruto de una elección arriesgada. Y arriesgarse es precisamente el modo para lograr algo grande en la vida.
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