Del latín dualĭtas, el término dualidad señala
la existencia de dos fenómenos o caracteres diferentes en una misma persona o
en un mismo estado de cosas.
En el ámbito de la filosofía y la teología,
se conoce como dualismo a la doctrina que
postula la existencia de dos principios supremos independientes, antagónicos e
irreductibles.
En este sentido, las nociones del bien y del mal son
un ejemplo de dualidad. Ambas pueden definirse por oposición y hacen referencia
a dos esencias completamente distintas. Materia-espíritu y realismo-idealismo son
otras muestras de conceptos que conforman una dualidad.
En este caso, todo el conjunto de doctrinas dualistas existentes y que,
como hemos mencionado, parten de esa diferenciación entre el Bien y el Mal
tienen una serie de rasgos en común. Así, por ejemplo, nos encontramos con el
hecho de que el Bien siempre se identifica con la luz y también con el
espíritu.
Por su parte, el Mal se asocia en todo momento con la oscuridad, con lo
que es la parte corporal y también con el propio Diablo.
De esta manera, podemos ver perfectamente esa dualidad de la que estamos
hablando en uno de los personajes literarios más importantes de toda la
historia. Nos estamos refiriendo al protagonista de la obra “El extraño caso
del doctor Jekyll y el señor Hyde”, que en el año 1886 creó el escritor escocés
Robert Louis Stevenson.
En concreto, se trata de un científico que ha sido capaz de crear una
poción que le permite cambiar física y personalmente. Así, cuando se convierte
en Hyde pasa a ser un hombre violento capaz de acabar con la vida de otro ser
humano. De esta manera, asistimos a las dos caras que puede tener cualquier
persona, el doctor representa al Bien y Hyde a la cara más oculta, siniestra y
violenta del género humano.
La filosofía china apela a la noción del yin y
el yang para resumir la dualidad de todo aquello que
existe en el universo. Esta idea puede aplicarse a cualquier situación u
objeto, ya que podría explicarse en la premisa que sostiene que en todo lo
bueno hay algo malo y viceversa.
No obstante, a lo largo de la historia han existido otros dualismos
importantes. En el caso de la filosofía nos encontramos, por ejemplo, con el
pensador prusiano Immanuel Kant que estableció la siguiente dualidad: la razón
práctica y la razón pura.
El dualismo teológico se basa en la existencia
de un principio divino del bien (asociado a la Luz) en contraposición a un
principio divino del mal (las Tinieblas). Dios es
señalado como responsable de la creación del bien, mientras que el mal es
atribuido al diablo. El dualismo, por lo tanto, libera al hombre de
la responsabilidad por la existencia del mal en el mundo.
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