La libertad, la igualdad frente a la ley, la fraternidad y
la búsqueda individual de la felicidad propia, la justicia y la solidaridad
requirieron para alcanzarlas de luchas sangrientas, de confrontaciones armadas,
de grandes construcciones políticas e ideológicas. Fue un paso extraordinario
hacia la dignidad y el respeto del hombre.
El despotismo, el totalitarismo, el autoritarismo, los
gobiernos de fuerza han dejado a lo largo de la historia de la humanidad un
rastro de sangre y de injusticia. Muchas veces hemos escuchado que una
dictadura buena es lo que necesita tal o cual país. Ese concepto está
totalmente equivocado. Nadie necesita que lo manden de manera irracional para
poder progresar.
Los seres humanos racionales, conduciendo personas en un
sistema de frenos y contrapesos con objetivos claros, son incalculablemente más
positivos como gobernantes que los “comandantes” o los “generales” o los
monarcas o los dictadores que ordenan exclusivamente sus voluntades.
El despotismo se transformó de monarquía en dictadura, de un
régimen de persona en uno de partido único. Ambos renegaron de la democracia y
de la soberanía del elector. En la monarquía el soberano era el rey, en el
moderno despotismo el partido único, o un “comandante”, o “general” son los
depositarios de toda soberanía y decisión. En la monarquía todo era del rey, en
el despotismo moderno todo es del estado o sus instituciones. En el despotismo
totalitario el individuo carece de soberanía y existe en función del estado.
El despotismo no es un asunto acabado y muchos lo exaltan
como “la solución popular”. El despotismo es despotismo no importa el nombre
que adopte, la bandera o los colores que luzca. El despotismo será siempre
despotismo aunque lo niegue. El despotismo moderno lo es por sus objetivos, por
sus propósitos, por las herramientas empleadas, por la supresión de toda
libertad política, y de la propiedad de los medios de producción individuales
así como de la libertad de pensar y de comunicar dicho pensamiento libremente.
El totalitarismo que ejerce una feroz dictadura de clase,
que organiza un partido único para controlar la sociedad, que expropia o cierra
los medios de comunicación colectiva incluyendo las redes sociales, la
televisión y la radio internacionales es una nueva versión del despotismo, pero
sigue siendo despotismo.
El despotismo de nuevo nombre y cara busca acabar la
propiedad de las personas y los valores de libertad, igualdad frente a la ley,
de justicia y solidaridad, democracia efectiva y movilidad social anteponiendo
al estado y al liderazgo de su partido único al ser humano. El despotismo
moderno no busca equilibrio social sino imponer sus conceptos y es tan
despotismo como el de los siglo XVIII y XIX.
El ser humano está en pos de la libertad y de la búsqueda de
la felicidad a cómo entiende la felicidad cada uno. El ser humano busca su
beneficio y su realización. El estado que forja una red de seguridad social,
que es árbitro y dicta leyes que procuran el equilibrio de las fuerzas y de los
hombres es el camino que sigue la mayor parte de la humanidad a pesar de todos
los traspiés sufridos y las dificultades vividas.
Nuestro deber ciudadano como hombres y mujeres libres es rechazar el despotismo totalitario no importa su cara, nombre, bandera u origen.
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