La tecnología digital es ahora una necesidad moderna. Los
videojuegos, la televisión, la radio y el telégrafo, incluso la letra impresa,
revolucionaron la sociedad por sus efectos en la cultura, el conocimiento, la
creatividad y las emociones. Pero con las aplicaciones es diferente, porque se
apoyan en algoritmos seductores. El problema de esta adicción, además, es que no
se puede retirar la sustancia que engancha porque todo el mundo usa esta
tecnología.
Un profesor de marketing en la escuela de negocios
de la Universidad de Nueva York, explora en Irresistible (Paidós) cómo las
tecnológicas consiguen robar el tiempo y la atención de los usuarios para que
no se despeguen de la pantalla. Defiende que se impongan normas en el diseño de
las aplicaciones. Pero advierte que es el consumidor quien debe evaluar seriamente
cómo gestiona su tiempo.
Los
psicólogos y sociólogos llevan años debatiendo sobre los efectos de las
pantallas. Ahora el problema domina los titulares.
El movimiento tomó cuerpo en noviembre, cuando Sean Parker
[uno de los primeros inversores en Facebook] dijo que a la red social no le
importa el bienestar de sus usuarios y que lo único que le interesa es que
tengan sus ojos pegados a la pantalla, y que pasen el mayor tiempo posible
usando el dispositivo. Fue un gran momento, llevó a otras figuras del mundo
tecnológico a revelar que pasaba algo similar en sus compañías.
P. ¿Pero
estas empresas se muestran indiferentes o simplemente quieren tener el mejor producto?
R. Uno
podría decir que el mejor producto es el que no puedes dejar de utilizar. Si
usas el iphone cuatro horas al día es
porque está bien diseñado. Pero es muy difícil saber qué motivaciones hay
detrás. Por eso es tan importante que quienes conocen el proceso lo cuenten,
para que estas compañías tengan en consideración al consumidor.
P. ¿Es
culpa del fabricante o del que desarrolla la aplicación?
R. Apple
no me plantea un problema. Es cierto que permite crear aplicaciones que no
podemos dejar de usar. Pero una vez que vende el teléfono, no le importa tanto
el tiempo que empleas ante la pantalla. Facebook, SnapChat y Twitter, sin
embargo, se preocupan por cada minuto porque esa es una métrica clave para sus
negocios. Se puede pedir a Apple que regule cómo presenta la información, que
también es importante, pero los anzuelos están en el contenido.
P. La
persona es la última responsable del uso.
R. Hay
gente que es capaz de ver que le basta con 20 minutos y pasa a otra cosa. Pero
si en 2015 se estaba de media tres horas frente a las pantallas, el año pasado
ya eran cuatro. Por tanto, ha habido un cambio en el contenido que se escapa al
control del usuario. No todo el mundo es capaz de hacer un análisis de lo que
es bueno o malo para su vida. Ahí es donde se enfocan, en los millones de ojos
que no se preocupan por cómo utilizan la tecnología.
P. ¿Cómo
se detecta este tipo de adicción?
R. La
primera señal es social, si compromete las relaciones. La segunda es
financiera, si esa interacción acaba costando más dinero del pensado. La
tercera es física, porque la pérdida de atención puede causar un accidente o
porque no se hace ejercicio. Y la cuarta es psicológica, porque cambia la
manera en la que afrontas el aburrimiento. Esto último parece una tontería,
pero el teléfono está ocupando cada segundo que tienes libre. Está bien que no
te aburras, pero del aburrimiento surgen ideas.
P. ¿Son
las pantallas una amenaza para una sociedad abierta?
R. Sí,
porque refuerzan el efecto de caja de resonancia. La gente se queda en las
plataformas en las que ve reflejadas sus mismas ideas y puntos de vista. Eso te
hace ser más intransigente, dogmático y testarudo. Facebook sabe que a la gente
le gusta ver que otros comparten sus mismas ideas. Las plataformas están
diseñadas para tratar de mantenerte conectado al dispositivo, para reforzar esa
resonancia; no quieren alterar el mensaje introduciendo opiniones diferentes.
P. Se
supone que cuanto más abierta, más innovadora es una sociedad.
R. No
se puede ser creativo si no se cuenta con un espacio abierto para pensar y
debatir. Pero creo que estas compañías no se preocupan mucho por la innovación,
salvo por la suya propia, que está enfocada en tratar de evitar que el usuario
se vaya y que ellos pierdan ingresos por publicidad. Es una nueva forma de
monopolio.
No es una batalla equilibrada. Hay cientos de personas
dedicadas al diseño de cada detalle, de cada truco, como el botón de “me
gusta”, que hace que te enganches a las plataformas. Tienen miles de millones
de datos que les permiten saber lo que funciona.
Por eso como consumidores
debemos ser más inteligentes y tratar de cambiar nuestros hábitos de uso.
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