La historia de la humanidad es, en muchos sentidos, la
historia de cómo el mundo se ha ido ampliando y desplegando delante de nuestros
ojos. En las últimas décadas, el programa científico ha creído que ese proceso
había acabado: que el mundo era
los cuerpos y las ondas que teníamos frente a nosotros. Pero
siempre hay alguien que quiere llevar la contraria.
Hoy son
unos físicos cuánticos los
que defienden que nuestra
concepción de la realidad es demasiado estrecha y
que, si aceptamos que el ámbito de "lo posible" también es real, todo
adquiere sentido (mecánica cuántica, incluida). Y aunque solo sea por eso,
merece la pena echarle un vistazo a esta loca teoría.
A veces, tengo la sensación de que la física es
la filosofía por otros medios. Con números, mediciones y
modelos complejos… pero filosofía al fin y al cabo. Y “la filosofía es, en
realidad, una nostalgia”, como decía Novalis. Un impulso por volver al mundo
ordenado de la física newtoniana.
Eso se ve muy bien en la mecánica cuántica.
La cuántica es una de las ramas más complejas,
elusivas y contra intuitivas de la física. Una rama
llena de interpretaciones que cierran y dan sentido a los resultados teóricos y
experimentales que surgen en esta línea de trabajo.
Necesitamos una interpretación porque las
conclusiones del formalismo cuántico no casan con la idea intuitiva (y
fenoménica) que tenemos del tiempo, del espacio y del universo en general. Las
interpretaciones son, si me permiten el trazo grueso, una nostalgia, una forma
de volver a la concepción determinista de la realidad desde los resultados
experimentales disponibles.
Con esta idea como guía, Ruth Castren, Stuart
Kaufman y Michael Epperson acaban de plantear una interpretación
distinta. Distinta, sí; pero no radicalmente nueva porque se basa en
ideas que ya había expuesto Werner Heisenberg en
1958.
En su libro ‘Física y
filosofía’, Heisenberg (padre del principio de incertidumbre, de la
mecánica cuántica y de la
interpretación de Copenhague) desarrolló la idea de que, en
realidad, el concepto
de “onda de probabilidad” no deja de ser una versión cuantitativa de la idea de
potencia de
Aristóteles.
De hecho, el artículo en cuestión se llama “Tomando en serio la potencia”
y sostiene que esas cosas potenciales que, usualmente, están fuera de los
límites de nuestra concepción de ‘lo real’, deberían incluirse en ella. Las
potencialidades que se dan paralelas al mundo, pero que no
solemos considerar como reales en
sentido estricto.
Según estos físicos, la teoría
cuántica se comprende mucho mejor si
admitimos que la realidad no está solo articulada por la res extensa (la
‘materia’ propiamente dicha en la terminología cartesiana), sino también por la res potencia (todas
las potencialidades dadas en esa ‘materia’ y en los procesos en los que se
encuentra inmersa).
Lejos de caer en un dualismo extemporáneo, los autores
tratan de demostrar en el artículo que esas
potencias dadas tienen una implicación significativa en la realidad.
Es más, que ambas dimensiones (material y potencial) se implican mutuamente.
Para ello usan un argumento curioso. “Podríamos planear
reunirnos mañana para tomar un café en el Downtown Coffee Shop. Pero supongamos
que, sin que nosotros lo sepamos y mientras hacemos estos planes, la cafetería
(real) cierra. Instantánea y acausalmente, ya no es posible para nosotros (ni
para nadie, sin importar dónde vivan) tomar un café en Downtown Coffee Shop
mañana. Lo que es posible ha sido alterado global y acausalmente por la
realidad”.
Es decir, “los eventos reales pueden instantáneamente y acausalmente
afectar lo posible (dados
ciertos presupuestos lógicos)” y , a su vez, “lo posible influye en lo que luego
puede volverse real y así sucesivamente”.
Siguiendo la línea de razonamiento de los
autores, lo potencial tiene un impacto tan fundamental en lo real que no tiene
sentido descartarlo como irreal. Es más, ese descarte es lo que
hace que no comprendamos correctamente la teoría cuántica.
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