martes, 2 de octubre de 2018

la Física Cuántica


La historia de la humanidad es, en muchos sentidos, la historia de cómo el mundo se ha ido ampliando y desplegando delante de nuestros ojos. En las últimas décadas, el programa científico ha creído que ese proceso había acabado: que el mundo era los cuerpos y las ondas que teníamos frente a nosotros. Pero siempre hay alguien que quiere llevar la contraria.

Hoy son unos físicos cuánticos los que defienden que nuestra concepción de la realidad es demasiado estrecha y que, si aceptamos que el ámbito de "lo posible" también es real, todo adquiere sentido (mecánica cuántica, incluida). Y aunque solo sea por eso, merece la pena echarle un vistazo a esta loca teoría.

A veces, tengo la sensación de que la física es la filosofía por otros medios. Con números, mediciones y modelos complejos… pero filosofía al fin y al cabo. Y “la filosofía es, en realidad, una nostalgia”, como decía Novalis. Un impulso por volver al mundo ordenado de la física newtoniana. 

Eso se ve muy bien en la mecánica cuántica.
La cuántica es una de las ramas más complejas, elusivas y contra intuitivas de la física. Una rama llena de interpretaciones que cierran y dan sentido a los resultados teóricos y experimentales que surgen en esta línea de trabajo.

Necesitamos una interpretación porque las conclusiones del formalismo cuántico no casan con la idea intuitiva (y fenoménica) que tenemos del tiempo, del espacio y del universo en general. Las interpretaciones son, si me permiten el trazo grueso, una nostalgia, una forma de volver a la concepción determinista de la realidad desde los resultados experimentales disponibles.

Con esta idea como guía, Ruth Castren, Stuart Kaufman y Michael Epperson acaban de plantear una interpretación distinta. Distinta, sí; pero no radicalmente nueva porque se basa en ideas que ya había expuesto Werner Heisenberg en 1958.

En su libro ‘Física y filosofía’, Heisenberg (padre del principio de incertidumbre, de la mecánica cuántica y de la interpretación de Copenhague) desarrolló la idea de que, en realidad, el concepto de “onda de probabilidad” no deja de ser una versión cuantitativa de la idea de potencia de Aristóteles.

De hecho, el artículo en cuestión se llama “Tomando en serio la potencia” y sostiene que esas cosas potenciales que, usualmente, están fuera de los límites de nuestra concepción de ‘lo real’, deberían incluirse en ella. Las potencialidades que se dan paralelas al mundo, pero que no solemos considerar como reales en sentido estricto.

Según estos físicos, la teoría cuántica se comprende mucho mejor si admitimos que la realidad no está solo articulada por la res extensa (la ‘materia’ propiamente dicha en la terminología cartesiana), sino también por la res potencia (todas las potencialidades dadas en esa ‘materia’ y en los procesos en los que se encuentra inmersa).

Lejos de caer en un dualismo extemporáneo, los autores tratan de demostrar en el artículo que esas potencias dadas tienen una implicación significativa en la realidad. Es más, que ambas dimensiones (material y potencial) se implican mutuamente.

Para ello usan un argumento curioso. “Podríamos planear reunirnos mañana para tomar un café en el Downtown Coffee Shop. Pero supongamos que, sin que nosotros lo sepamos y mientras hacemos estos planes, la cafetería (real) cierra. Instantánea y acausalmente, ya no es posible para nosotros (ni para nadie, sin importar dónde vivan) tomar un café en Downtown Coffee Shop mañana. Lo que es posible ha sido alterado global y acausalmente por la realidad”. 

Es decir, “los eventos reales pueden instantáneamente y acausalmente afectar lo posible (dados ciertos presupuestos lógicos)” y , a su vez, “lo posible influye en lo que luego puede volverse real y así sucesivamente”.


Siguiendo la línea de razonamiento de los autores, lo potencial tiene un impacto tan fundamental en lo real que no tiene sentido descartarlo como irreal. Es más, ese descarte es lo que hace que no comprendamos correctamente la teoría cuántica.

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