Filosofía
El Ser Libre
Ser libre significa soltar, dejar ir, desapegarse, no esforzarse en
contra de lo dado, porque los apegos no son reales, son ilusorios, es creer que
producirán felicidad, sin embargo es lo que produce sufrimiento.
Lo único que queda después de la liberación, es lo real, lo verdadero,
Dios, si creemos en Él.
Las personas pueden estar dispuestas a dejar ir lo que les hace mal,
como por ejemplo, cónyuges abusadores, familias codiciosas, trabajos mal
remunerados, drogas que los están matando; sin embargo, estos acosos permanecen
como pegados a sus vidas y les resulta difícil deshacerse de ellos, aunque los
hagan iracundos, temerosos y violentos.
Estos obstáculos para vivir son difíciles de erradicar porque de algún
modo sirven de pretexto para liberarse de la energía reprimida.
Dejar ir a la ira y al temor, que son las más comunes de las emociones
reprimidas, constituye un proceso que exige estar alerta, o sea prestar atención
a los sentimientos que emergen de la interioridad, y darse cuenta de qué es lo
que hace sentir enojo y ansiedad; porque cuanto más atención se ponga en estos
sentimientos más fácil será dejarlos ir.
Es necesario ser objetivo y ver la ira solamente como la energía que se
relaciona con las cosas negativas, por ejemplo, con la injusticia, con los
abusos y con las cosas que producen temor, o sea con todo aquello que parezca
peligroso o inseguro.
Estas energías se adhieren a ciertas circunstancias específicas ligadas
con las emociones, como una pelea con la pareja, un choque con el auto, un
disgusto serio en el trabajo, una pérdida, etc.
El proceso exige desligar la ira o el temor de la situación que la
produce y dejarla ir.
Desde el punto de vista espiritual, no importa quién es el que está
equivocado en una discusión, porque la energía es la de uno y lo importante es
liberarse de ella; y el camino de la libertad depende nada más que de nosotros
mismos.
Lo importante es que si uno es responsable de sus actos ya no será
manejado por las circunstancias; porque no podemos esperar que los demás se
ocupen de nosotros; nos tenemos a nosotros mismos y la ayuda divina si creemos
en ella.
Despojarnos de las energías negativas ligadas a situaciones que nos han
hecho infelices requiere de la participación de la mente y del cuerpo.
Hay que dejar que el cuerpo haga lo que quiera hacer, o sea que tenga
las reacciones naturales que le sirvan, mientras no afecten a otras personas.
La mayoría no vive sus propias vidas porque está influenciada por los
demás, porque está esclavizada por el pasado y porque solamente conoce lo que
ha aprendido y jamás se atrevió a escuchar su voz interior.
Cuando nos conformamos a una situación lamentable, estamos demostrando
que tenemos miedo a ser libres.
La libertad es el valor supremo para desarrollarnos y crecer, que no
significa libertad de nuestros compromisos y de nuestras responsabilidades.
Por ejemplo, deseamos hacer algo, sin embargo decidimos hacer otra cosa
porque tenemos miedo.
Uno puede ser lo que desea ser y hacer cualquier cosa que le guste desde
el Ser y no desde el ego o desde lo que quieren o hacen los demás; porque
solamente los impulsos genuinos nos llevan en la dirección correcta.
La mayoría depende de las experiencias pasadas, que son las que la
obliga a continuar siendo como era antes, una persona temerosa, insegura y
carenciada de afectos; y esa dependencia la lleva a un futuro falso.
El que se libera a sí mismo está ayudando a la humanidad a hacer lo
mismo.
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