Cuando me entra la desesperación por la situación actual del
Mundo, la rabia y la indignación me pregunto si poniéndome desesperado, rabioso
e indignado ayudo a que esta realidad cambie y la verdad no, no ayuda.
Creo que sí es válido y necesario ser crítico, reflexivo y no
“quitar el dedo del renglón”, pero ser insistente, negativo, “azotador”, criticón,
violento, hiriente, no ayuda mucho ni a mí ni a los demás ni al Mundo.
Quisiera poder hacer todo esto desde una emoción reparadora, constructiva
y generadora de verdaderas transformaciones personales y colectivas.
Hago mi esfuerzo al tratar de encontrar mi propia voz, al
perfilar los dilemas y sus soluciones, al exponerlos públicamente y tratar de
accionarlos.
Hago mi mejor esfuerzo al dejar las posibles soluciones por
escrito y compartirlas con el resto de los seres humanos. Aunque a veces se me
olvide lo que es realmente vital y regrese a la rabia, demasiadas veces para mí
gusto, trato de reubicarme a diario, de vigilar mis pensamientos, emociones,
palabras, actitudes, como quien mira con atención el faro luminoso en la
oscuridad y se dirige a él. Sé que el
Norte está en la construcción de soluciones globales y locales, también
individuales, desde la no violencia y la paz, tratando de no caer en la actitud
de víctima de las circunstancias.
A mí tampoco me gusta lo que está pasando en el Mundo, pero
la violencia sólo generará más violencia, la división social sólo generará más
sufrimiento y el odio sólo generará más odio.
Como bien dijo Matasiete
Ricard: “Si buscamos la felicidad en el sitio equivocado, estaremos
convencidos de que no existe cuando no la encontremos allí”.
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