Es la costumbre y el uso lo que refuerza el valor de estas
metáforas, de manera que son aceptadas socialmente como verdaderas. Ésta es
otra importante propuesta de Nietzsche, la verdad responde a un uso social, y
es fundamentalmente lo que una sociedad o un grupo acepta: "Una suma de
relaciones humanas que después de un prolongado uso, un pueblo considera
firmes, canónicas y vinculantes".
Por esta razón concluye que "las verdades son ilusiones
de las que se ha olvidado que lo son". La lengua se transmite de padres a
hijos, de generación en generación, y con la tradición y el uso, las personas
olvidamos el auténtico origen metafórico de las cosas que designamos como
verdades, por eso en realidad son meras "ilusiones", es decir,
engaños, vanas supersticiones, que nos llenan de una falsa felicidad, semejante
a la ilusión que nos producía en nuestra infancia el pensamiento de que los
Reyes Magos nos traían juguetes en Navidad.
En este texto la palabra ilusión adquiere
un sentido completamente nihilista, que va más allá de la valoración moral
entre decir la verdad o engañar. En realidad la verdad tiene un sentido
extramoral, afirma Nietzsche en el título de la obra a la que pertenece el
presente texto. Si observamos su genealogía, es decir su origen, de dónde
proviene, nos damos cuenta que aquello que la sociedad llama
"verdad", no es más que una ilusión, un engaño.
Al final del texto, Nietzsche resume esta propuesta
fundamental con una metáfora brillante y aclaratoria: "las verdades son
metáforas que se han desgastado, monedas que al usarse han perdido su
troquelado y ya no son monedas sino metal". El hecho de que lo que
llamamos "verdad" sea una mera "ilusión", introduce el tema
del nihilismo en el pensamiento de
Nietzsche como transmutación de los valores aceptados por la sociedad.
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