lunes, 1 de octubre de 2018

Orfandad


Los humanos necesitamos de nuestras raíces. Son necesarias para conocer nuestra propia identidad. Nadie es sin los otros. Somos un eslabón de una cadena que nos une indeleblemente a quienes comparten nuestra vida.

Ellos conforman esa circunstancia que Ortega constata cuando afirma: Yo soy yo y mi circunstancia. En esta relación interpersonal, sin duda, cobra una especial importancia la paterno-filial. Somos lo que somos, en nuestra condición de hijos de nuestros padres. 

Pronunciar el término «padres» es utilizar una voz sacrosanta.

Así, se habla de una piedad filial que conlleva profundas obligaciones morales. En la moral judeocristiana se expresa con la siguiente formula: «Honrarás a tu padre y a tu madre». A continuación de este enunciado, se añade una recompensa. En este sentido, se afirma: «Así tendrás larga y feliz vida sobre la tierra».

Es verdaderamente simbólico que sea sólo este mandamiento el que ofrece un premio en esta vida a quien lo cumple. Los demás serán tenidos en cuenta en la otra.

Estas consideraciones se agolpan en mi mente y en mi corazón en estos momentos. La misión de los padres es para siempre.

En todo caso, sentimos por vez primera la orfandad. Esa sensación de sentirse sin el techo que nos ha cobijado. 

Me siento próximo a todos los que no pueden ya acudir a sus padres, no pueden pedir su consejo, ni sentir su afecto tan humano y por ello tan cercano

Aprovéchalos antes de que sientas esa orfandad que hoy yo siento!

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