No nos motiva nada en particular ni pretendemos
incursionar en zonas de secretos ni confidencias, nada que preguntarle al
pasado ni tampoco pretender explicaciones sobre lo que pudo ocurrir, lo que no
ha sido permanece inalterable en los caminos sin retorno, de manera que digamos
lo que digamos será un decir sin los esperables por qué ni con la pretensión de
indicar probables intenciones.
Pensar, dejarnos llevar por el devenir, abrir de
par en par los vetustos ventanales que iluminan nuestra mente dejando que el
viento fresco de lo cotidiano nos provea del oxígeno renovado que solo es
inhalable en los amplios confines de la espontaneidad.
Sabemos que hay mucho por hacer, que es necesario
emitir una opinión, que el silencio suele confundirse con la complicidad, pero
también somos conscientes que todo aquello que se posterga ingresa en los
confines de lo pendiente y que es potencialmente un campo fértil donde todos y
cada uno podemos y debemos incursionar.
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