Un tema de especial interés, porque se relaciona tanto con los procesos
de globalización mencionados como con el multiculturalismo, es el de las
migraciones.
Da la impresión de que la migración es uno de los aspectos
intersticiales entre lo económico y lo cultural, que puede permitir leer en
clave de modernidad y multiculturalismo la cuestión de sentido que suponen los
procesos de integración comercial.
Los actuales procesos de globalización económica, tecnológica, política
y cultural se producen en situaciones de desigualdad entre las distintas
regiones del mundo e incluso al interior de los propios países y se dan en el
marco de una tensión entre el desarrollo de una modernización técnica,
orientada a la formación de sociedades informacionales, y el desgaste de un
proyecto de modernidad cultural, hoy fuertemente cuestionado, basado en valores
de progreso humano, igualdad y liberación.
Los procesos de globalización cultural se evidencian en la
extensión de la industria y el mercado culturales que permitieron la llegada de
más personas a bienes simbólicos y en una tendencia a la homogeneización y a la
segmentación de los gustos, haciéndose notoria la preeminencia de una cultura
de consumo.
A pesar de que, también como parte de los procesos de globalización
informacionales, hoy se reconoce la existencia de múltiples culturas que
compiten de manera desigual, pues su reconocimiento no significa su aceptación.
Por otra parte, los procesos de globalización mencionados tienen
efectos de desterritorialización y reterritorialización culturales, es decir,
por un lado, producen cambios culturales en las sociedades periféricas por la
transmisión simbólica de la industria cultural internacionalizada,
descontextualizando lo cotidianamente vivido, y, por otro, producen nuevos
mercados para los emigrantes que necesitan el contacto con su tierra.
Los actuales procesos de globalización tecnológica y económica están
configurando un nuevo tipo de sociedad, basada en el desarrollo de las
tecnologías de la información, en los cambios en la productividad del capital y
en las nuevas condiciones de trabajo como consecuencia de lo anterior.
Estas transformaciones han impulsado el paso de una economía y sociedad
mundiales a otras globales. Esto no significa que los procesos económicos y
tecnológicos que impulsan las sociedades desarrolladas lleguen a todos los
espacios y a todos los individuos; sin embargo, afectan de manera directa o
indirecta al conjunto de la humanidad.
Se trata de un nuevo modelo de desarrollo orientado por el rol de las
tecnologías de la información y la comunicación y las consecuencias económicas,
sociales y políticas que se desprenden de la nueva situación.
El problema es que son muchos los que quedan fuera de este modelo,
aunque las comunicaciones tiendan a integrarnos simbólicamente a todos en la
globalización.
Estos procesos enfrentan al menos dos límites duros: uno es el carácter inequitativo del acceso a los mercados globalizados por parte de los distintos países según sea su posición de fuerza en el contexto mundial; el otro, son los obstáculos de carácter político impuestos por los estados nacionales.
Estos procesos enfrentan al menos dos límites duros: uno es el carácter inequitativo del acceso a los mercados globalizados por parte de los distintos países según sea su posición de fuerza en el contexto mundial; el otro, son los obstáculos de carácter político impuestos por los estados nacionales.
La nueva configuración de la economía global plantea cambios también en
la división del trabajo construida en torno a cuatro diferentes posiciones en
la economía global/informacional: los productores de alta calificación, basados
en el trabajo informacional; los productores de grandes volúmenes, basados en
el bajo costo del trabajo; los productores de materia prima, basados en
recursos naturales; y los productores prescindibles, reducidos al trabajo
devaluado.
La ubicación diferenciada de estos diversos tipos de trabajo también
determina la fluidez de los mercados, pues la generación de ingresos dependerá
de la capacidad de crear valor incorporado en cada segmento de la economía
global.
Es muy importante aclarar, como lo hace el Papa en sus discursos, que la
globalización es un hecho humano. Por ello, la globalización no es ni buena ni
mala. Será lo que la gente quiera que sea.
Es así que la globalización es un hecho humano, los principios que
han de orientar la ética en tiempos de la aldea global hay que buscarlos, en la
misma persona y en los principios que regulan sus interrelaciones sociales.
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