lunes, 2 de abril de 2018

Consumir El Tiempo

Desde que en el siglo pasado la esperanza de vida se alargara hasta duplicar los años que vivieron nuestros tatarabuelos, vivir más se ha convertido en una de las metas más anheladas de nuestra civilización.

Destinamos inimaginables sumas de dinero a mejorar nuestra salud y retrasar la muerte todo lo posible. 

La utopía tecnocientífica vigente apunta como posibilidad real la de vivir unos cien años de media. Todo indica que ello no será posible para las generaciones que poblamos hoy el planeta e incluso cabe preguntarse si es psicológica, ecológica y demográficamente deseable.

El precio que estamos pagando por nuestro envejecimiento es muy alto en términos de reparto del trabajo, discapacidades y enfermedades degenerativas.

Lo que resulta curioso es que, a pesar de vivir mucho más que nuestros antepasados, todo apunta a que nuestro tiempo subjetivo es cada vez más corto; los días, los años, se nos pasan tan velozmente que nuestra recién adquirida longevidad nos aprovecha bien poco.

Quizás deberíamos buscar estrategias diferentes menos médicas, más económicas y menos agresivas con el entorno para prolongar nuestra existencia sin obsesionarnos por prolongar el tiempo físico que vamos a vivir. 

¿Cómo conseguir que un mismo tiempo de reloj se alargue en nuestra percepción psicológica? Deberíamos ser capaces de dilatar nuestro tiempo mental de modo que nos rindiera tanto como ese detergente que tanto rinde con una sola gota.

Nuestro camino exploratorio podría comenzar sumándonos a la dura crítica de la prisa y el experiencialismo que García Morente, uno de nuestros filósofos de entreguerras, injustamente olvidado, nos ha legado en sus estupendos Ensayos sobre el progreso (Ediciones Encuentro). Dice: «La multiplicación de las vivencias convierte las emociones en sensaciones.

No hay tiempo para pensar; no hay tiempo para ser; no hay tiempo para amar». Se puede decir más alto pero no más claro: la hiperactividad funde las horas. 

El filósofo llega a escribir -en un arrebato radical, ilustrativo de su mirada sobre el mundo- que uno de los dramas del hombre moderno es que «ya no sabe aburrirse».


No hay comentarios:

Publicar un comentario