Todos los actos presuponen a la libertad para poder
ser moralmente imputables (libre albedrío).
La libertad se sitúa en la interioridad de la
persona y siguiendo esa línea de pensamiento:
“Es una de las notas definitorias de la persona.
Permite al hombre alcanzar su máxima grandeza pero
también su mayor degradación. Es quizás su don más valioso porque empapa y
define todo su actuar.
El hombre es libre desde lo más profundo de su ser.
Por eso los hombres modernos han identificado el ejercicio de la libertad con
la realización de la persona: se trata de un derecho y de un ideal al que no
podemos ni queremos renunciar.
No se concibe que se pueda ser verdaderamente
humano sin ser libre de verdad.”
Ricardo Yepes Stork
El ser humano tiene libre albedrío, es decir, libertad de elección en la
toma de decisiones.
De tal forma que un ser humano maduro es aquel que se hace responsable
de sus aciertos y errores ya que la responsabilidad en la toma de muchas
decisiones decisivas en el destino personal son totalmente propias e
intransferibles.
La libertad es una facultad que está muy vinculada a otro don tan humano como el conocimiento. La inteligencia es la luz de la voluntad sobre la que se sustenta la libertad.
El conocimiento es la luz de la voluntad
Gracias al conocimiento, una persona puede reflexionar, recopilar información sobre un asunto determinado o pedir opinión a un amigo antes de tomar una decisión concreta. A través del libre albedrío el ser humano puede realizar el bien, en cuyo caso conviene puntualizar que la bondad perfecciona de forma notable el corazón humano. Pero la persona también, puede realizar una mala acción.
La elección del bien muestra la responsabilidad ética de aquel ser humano que motivado por su fuerza de voluntad y capacidad de superación desea crecer como persona.
La libertad es una facultad que está muy vinculada a otro don tan humano como el conocimiento. La inteligencia es la luz de la voluntad sobre la que se sustenta la libertad.
El conocimiento es la luz de la voluntad
Gracias al conocimiento, una persona puede reflexionar, recopilar información sobre un asunto determinado o pedir opinión a un amigo antes de tomar una decisión concreta. A través del libre albedrío el ser humano puede realizar el bien, en cuyo caso conviene puntualizar que la bondad perfecciona de forma notable el corazón humano. Pero la persona también, puede realizar una mala acción.
La elección del bien muestra la responsabilidad ética de aquel ser humano que motivado por su fuerza de voluntad y capacidad de superación desea crecer como persona.
La cuestión reside en la conciencia humana, en definir con total
honestidad hasta dónde se está dispuesto a permitir el acceso a la información
que todos necesitamos, sin la tutoría o intervención directa en muchos
casos, que puedan limitar, dosificar o filtrar, tanto lo que recibimos como lo
que estemos dispuestos a permitir su difusión.
La ignorancia es una limitante que vanamente intenta “encepar” a la
inteligencia humana.
El miedo a que una “mayor exposición a la iluminación” nos pueda
“perjudicar o condenar” con seguridad nos conducirá, tanto a nosotros
como a quienes pretendamos preservar, a estar inmersos en una cada vez más
profunda oscuridad.
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