“Todo niño necesita ser reconocido por sus padres,
y para ello, busca esa conexión emocional que nace del mismo corazón, de la
misma mirada sincera que sabe estar ahí, siendo presente y auténtica”
El tema de los padres ausentes se alza como un aspecto que preocupa
mucho a psicólogos y pedagogos de todo el mundo. Tanto es así, que el mercado
editorial empieza ya a ser sensible a este tipo de crianza con la cual,
aprender a estar presente en cuerpo, alma y corazón para nuestros hijos. Un
ejemplo de ello lo tenemos en el libro “Parenting in the present moment” de la
doctora Carla Naumburg.
El padre y la madre ausente: consecuencias
Los niños pueden llegar a aceptar nuestras mentiras con
lealtad. Cuando les decimos aquello de “sí, claro que te escucho
cariño, claro, tu dibujo es muy bonito” asentirán con el
rostro, pero sus miradas sabias y sus corazones hambrientos sabrán que su
padre, que su madre no está con ellos, que sus palabras no son del todo sinceras
porque sus mentes están muy, muy lejos.
“Un te quiero tiene más poder que un regalo. Una
risa, un abrazo y un “estaré contigo siempre” son armas de poder para crear un
vínculo inquebrantable con nuestros hijos”
Sabemos que nuestros trabajos, los problemas cotidianos y las presiones
a las que debemos hacer frente son una prioridad para mantener el equilibrio
familiar. Ahora bien, para educar a un niño no basta con darle un techo,
sustento, calor, alimento y plaza en un colegio. Los niños tienen necesidades
emocionales que deben ser satisfechas para que su desarrollo psíquico y
neurológico se constituya con normalidad.
Los niños nunca van a cuestionar al adulto. Si perciben que su madre,
que su padre está con ellos pero no les ofrece afecto o atención porque está
ausente pensarán que la culpa es suya. Interiorizarán un rechazo, un dolor
emocional que va a dejar huella en su cerebro.
Los niños anhelan atención para sentirse reafirmados, para construir su
identidad. Si no sienten la fuerza de ese vínculo tendrán problemas en su autoestima. A
corto plazo, pueden reaccionar de dos formas: aislándose o reaccionando con
rabia o con conductas desafiantes.
En ocasiones, puede ocurrir que los padres solo estén presentes de cara
a pautar determinadas órdenes como “cuando ir a dormir, cuando lavarse los
dientes, levantarse, vestirse, hacer los deberes…”
Nadie escucha a los pequeños de la casa, nadie consuela sus miedos, ríe
sus ocurrencias o da alas a sus sueños. Los niños, poco a poco, caen en el
triste abismo de la soledad parental.
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