Una de las expresiones faciales más reconocibles en las
personas, por muy sutil que sea, es la que refleja el enojo o el enfado como
consecuencia de alguna inconformidad. Ceño fruncido, barbilla proyectada
hacia adelante, movimientos evidentes de los fosas nasales, labios apretados,
entre otras, son las señales más evidentes de este estado que todos los humanos
hacemos sin que nadie nos lo enseñe, es puramente instintivo. ¿Te has
preguntado qué sentido tiene esta expresión y por qué ha evolucionado hasta tal
punto que todas las personas la hacemos parecida? Veamos que dice la ciencia.
La expresión de facial de la ira
La expresión de la ira de la que hablamos, a diferencia de gestos
que hacemos con las manos o con el resto del cuerpo, es una expresión que se
repite en todas las culturas del mundo por muy diferentes que estas sean, es lo
que se dice, un gesto universal. Como mayor prueba de que es un reflejo innato
y no aprendido, se ha comprobado que incluso los niños con ceguera congénita
repiten la cara de enojo sin siquiera haber visto esa expresión en toda su
vida.
La cara enfadada es la respuesta a la acción de siete grupos de músculos
distintos que se contraen de una manera altamente estereotipada, y los
científicos han intentado comprender por qué la evolución eligió esas
contracciones particulares para señalar el estado emocional conocido como ira y
su sentido biológico.
Según un estudio reciente, la cara de enojo parece haber
evolucionado como un mecanismo intimidatorio ya que la misma otorga una
percepción de fortaleza extra que es percibida por el contrario, lo cual puede
ser un detonante para que este evite el conflicto, ya que el individuo enojado
puede aparentemente ser capaz de provocar daños si no se apacigua.
Para comprobar sus teorías, los científicos diseñaron unas caras
masculinas por ordenador en las que mostraron por separado expresiones
faciales típicas de una cara de enojo, en especial aquellas en las que
participaban las cejas, los pómulos, los labios, la nariz o la barbilla. En
todos los casos, aunque no se identificara por los voluntarios que el rostro
era de enfado, sí les dio la impresión directa de que estos correspondían a
hombres físicamente más fuertes que las caras sin estas expresiones.
Por lo tanto, dado que las personas que son juzgadas como más fuertes
tienden a salirse con la suya con más frecuencia que otras en igualdad de
circunstancias, la conclusión para explicar la evolución de la cara de ira en
los humanos es simple según el estudio: se trata de una exhibición de fuerza.
Esta, por supuesto, es solo una apariencia que
exagera la capacidad de lucha, lo cual no se corresponde
siempre con la realidad, como ocurre en otros animales, por ejemplo en las
ranas que se hinchan o los babuinos que enseñan largo tiempo sus caninos. Sin
embargo, suele funcionar, por lo que con el paso de los siglos la selección
natural hizo lo suyo y se fijaron las características que favorecían a aquellos
que tenían mayor éxito en la resolución de los conflictos a su favor, en este
caso, los que expresaban mejor la ira en sus rostros.
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