El sentido de vida podría decirse es la estrella que nos guía en el
camino de la vida. Esa que nos permite darle una dirección para orientar
nuestra acción en el mundo aun cuando los accidentes y los acontecimientos nos
desvíen, permitiéndonos sostener o reencauzar nuestra coherencia interna y, por
ende, nuestro bienestar físico, mental, emocional y social.
¿QUÉ RELACIÓN TIENE LA COHERENCIA CON EL SENTIDO DE VIDA?
La coherencia tiene relación con alinear internamente en una misma
dirección lo que pensamos, lo que sentimos y lo que finalmente hacemos en el
mundo, tanto para nosotros mismos como para los demás. Si esa acción en el
mundo es coherente y conectada con un sentido de vida positivo y más elevado,
creará como resultado un progresivo y sostenido estado interno de orden y de
bien-estar que reforzará nuestro propósito como personas. Ese bienestar, aún
cuando pueda verse comprometido por diversas circunstancias, será una
construcción, una base interna y externa (familia, pareja, amigos, compañeros)
cada vez más sólida que nos sostendrá en los malos momentos e impulsará en los
buenos.
¿QUÉ TIENE QUE VER EL SENTIDO DE VIDA CON LA FELICIDAD?
Como resultado de tener un sentido de vida, una coherencia interna lo
más alineada posible entre el pensar, el sentir y el actuar, así como un
sistema de relaciones interpersonales en crecimiento (pareja, amigos,
compañeros, hijos, familia), vivenciaremos un progresivo y sostenido estado de
felicidad. Una felicidad que no es estática sino que se construye, refuerza y
retroalimenta, en un trabajo continuo. Por esto es importante meditar
regularmente sobre el avance de la felicidad o el sufrimiento en uno y nuestros
afectos más cercanos como una forma de medir nuestra alineación o desvío del
sentido de nuestra vida.
¿QUÉ PASA SI NO CREO EN LA EXISTENCIA O NECESIDAD DE UN SENTIDO DE
VIDA?
Creer o no creer en la existencia de un sentido o un propósito es una
decisión exclusivamente personal, y más allá de dejar esto en el simplismo de
creer o no creer, lo recomendable es animarse a probar cómo es vivir con un
sentido o sin ninguno en particular. No todo está dicho, ni esto aquí escrito
es algún tipo de dogma.
Muy por el contrario hay quienes encuentran en un momento de su vida la
felicidad en la ausencia total de un sentido, y en un devenir en función de lo
que el mundo les propone. Aun así, es importante no cerrarse a una u otra
opción, sino estar siempre atentos a meditar si a medida que pasa el tiempo
crece en nosotros y nuestros seres queridos la felicidad o el
sufrimiento.
Así entonces, puede ser que para un momento de nuestra vida el sin
sentido nos provea un tipo de felicidad, pero en otro, nos enfrente a la
necesidad encontrar un sentido que nos brinde orientación y dirección una vez
agotada esa etapa vital del sin sentido. Entender que se puede sin problemas
pasar de uno a otro y que la vida requiere múltiples estrategias a medida que
crecemos y evolucionamos, incluso cambiar de sentido, o tener más de uno, es
entender que somos seres complejos y que merecemos cuidarnos y auto-observarnos
constantemente.
¿POR QUÉ A VECES UN SENTIDO DE VIDA PRODUCE SUFRIMIENTO?
A medida que avanzamos en la búsqueda de ese sentido de vida que
nos llene internamente, puede suceder que tomemos un objetivo y lo elevemos al
nivel de sentido de vida. Ejemplo de esto es un viaje, comprar una casa,
casarnos o tener hijos. Sentidos que no son menos importantes pero que están
expuestos a dos situaciones potencialmente sufrientes. La primera, a que un
accidente (en sentido amplio) nos lo aleje o arrebate. La segunda, a que una
vez conseguido se presente nuevamente el vacío existencial.
De ahí que un sentido de vida que no sea suficientemente elevado se
podría vivir como un sentido provisional. O sea, un propósito temporal o
provisorio, que luego pierde sustento una vez conseguido. Por esto es que un
sentido de vida no provisional es uno que podríamos describirlo como elevado,
como una síntesis de una idea que ha sido purificada y llevada a su mínima
expresión. Un ejemplo como el de “superar el dolor y el sufrimiento” o “aportar
lo mejor de mí al mundo para humanizarlo”.
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