A veces sentimos cómo una oleada de emociones
se apodera de nosotros antes de que podamos reaccionar o meditar, simplemente
esas emociones son tan fuertes, embriagantes, detonantes, poderosas, intensas,
que ejercen una fuerza sin misericordia en nosotros. Y es así como actuamos
mediante el enojo, los insultos, las venganzas, el daño hacia nosotros mismos,
conductas dañinas y todo lo terrible que pueda imaginarse.
No es necesario padecer ninguna patología para
no saber regular nuestras emociones, a veces son simplemente ciertas carencias
o malos aprendizajes que se van sumando hasta convertirse en algo aparentemente
más poderoso que nuestra propia voluntad.
El problema con reaccionar impulsivamente ante
determinadas situaciones es que siempre terminamos metiéndonos en un problema
peor, sin importar que tan perturbadora fue la situación que desencadenó esa
reacción en nosotros, nuestro reaccionar es la gota que colma el vaso y
terminamos arrepentidos, con vergüenza y sumamente culpables por lo
descontrolado de nuestros actos.
Para evitar ser víctimas de nuestros impulsos
tenemos que trabajar activamente en mantenerlos a raya, y es un trabajo que
debemos perpetuar a lo largo de nuestra vida para poder volver a ser los dueños
de nuestro propio destino.
Los impulsos que nos conducen a actuar de
maneras negativas deben ser cuidadosamente observados y descritos. Al simplemente observar lo que aprendemos es a no juzgar, a no
reaccionar y sobre todo a NO ACTUAR ante estos deseos.
Estamos separando el impulso del objeto del
impulso, entrenando nuestro cerebro para no ceder ante ellos. Reconocerlos y
nada más es lo que se busca. Es posible tener un impulso y no sucumbir ante él. La clave radica sólo en observar, en ser conscientes de lo que
sentimos, pero no actuar en consecuencia.
Como si fuéramos espectadores de una película,
alejarnos de nosotros mismos y vernos como si fuéramos el protagonista de una
tragedia, ver qué sentimos, qué pensamos, cómo nos vemos movidos a actuar, y
sin embargo, como si no se tratara de nuestra propia vida, mantenernos alejados
de esa reacción de la cual seguramente nos arrepentiremos después.
La técnica conocida como el surf del impulso nos propone que tomemos una hoja en blanco y escribamos ese
observar concientemente los impulsos. Debes alejarte de la situación actual y
sin juzgar observa y describe los impulsos, tus pensamientos, sentimientos,
sensaciones y las preocupaciones con respecto a la situación que te molesta. SOLO OBSERVA NO ACTÚES.
Podemos tener miles de pensamientos pero eso
no quiere decir que debamos actuar en consecuencia a todos ellos, podemos ser
más fuerte que nuestras emociones, podemos aprender a ir más allá de lo que
ellas nos dictan. Sé que es un trabajo arduo, pero vale la pena y mucho estar
en control de ti mismo.
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