La
cosa es así de sencilla: se cree que por el hecho de que algo esté publicado ya
se convierte en opinión pública, y queda consagrado como tal. Como si los
medios fabricaran esa opinión, actuando como jueces de lo que pasa en la
sociedad al pronunciarse sobre algo, bien sea la simple opinión del periodista,
lo que dicen los actores públicos, o las distorsiones o prejuicios que se
generan en torno a los hechos y opiniones.
No
todo lo que se divulga por los medios pasa a ser opinión pública. Tampoco
debe confundirse con la opinión mayoritaria determinada por encuestas o sondeos
de opinión. Una cosa, pues, es la opinión publicada y otra muy distinta la
opinión pública.
La
opinión pública no es un conjunto amorfo de materiales informativos (noticias,
comentarios, encuestas, etc.). Hay en la gente una confusión en cuanto a lo que
verdaderamente es la opinión pública, porque se trata de un fenómeno complejo
que no se reduce a las exposiciones de los medios, al escenario político, ni al
debate público, ni a la suma de las opiniones y controversias que se plantean
en ellos o en otros ámbitos (política, educación, gobierno etc.).
La opinión pública se forma en muy
diferentes escenarios: en el estado, en la vida social, a través de las manifestaciones
culturales, etc. Y no de un día para otro sino con el paso del tiempo,
con la consolidación de unos determinados fenómenos.
Lo
que publican los medios puede ser un simple bulo, algo falso o que realmente no
lo dijo la persona a quien se atribuye, o que realmente no sucedió en la forma
sesgada como se presenta, aunque los medios lo den por cierto. No es verdad
porque lo digan los medios, sino que algo es verdad con independencia de que
los medios se ocupen de ello. Hay montones de cosas ciertas que a ellos no les
interesa divulgar porque consideran que no son noticia.
Y si lo que publica un
medio lo repiten otros, entonces la “opinión publicada” adquiere mayor fuerza,
y trata de presentarse como opinión pública simplemente por las múltiples voces
que repiten lo mismo. Como
si la verdad de algo resultara de lo dijeran muchos al tiempo. Recordemos el
refrán: “¡Cien mentiras juntas nunca hacen una verdad!
Muchas
de las cosas que se publican responden a un “parece que”, “dicen que”,
“se supone que”…, en el fondo, unas muletas para apoyar afirmaciones sin
fundamento, sobre las cuales se necesitaría plena confirmación de las fuentes
para convertirse en hecho noticioso, que quizás más tarde se consolide como
opinión pública, lo cual no depende estrictamente de una persona o de un medio,
sino de varios factores: impacto en la opinión, interés que despierta,
consecuencias, público que interviene, participación que logra, etc.
Quienquiera
que sea quien intenta formar opinión pública, tiene que ser muy consciente de
que lo se expone o divulga por diferentes medios, o lo que se dice en otros
ámbitos públicos o privados, no es una concesión gratuita a la gente. Es un compromiso de hacerlo en forma
seria, con sentido ético y con responsabilidad.
Sin querer, se puede
producir confusión o llevar a conclusiones erróneas, lo cual es malo para
todos: para quien produce el hecho de opinión, para el receptor y, en último
término, para la comunidad, a la que asiste el derecho de ser bien informada o
bien ilustrada, que es la contrabalanza de la libertad de expresión de los
medios.
Si no, la opinión pública se reduce a una simple opinión publicada y
nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario