Entre 1752 y 1914, las cometas fueron utilizadas como
objetos científicos en diferentes ramas de la ciencia y la tecnología. En
primer lugar, como dispositivo experimental en la física del XVIII para probar
la naturaleza eléctrica del rayo.
Luego como modelo teórico en la mecánica
racional durante el siglo XVIII. A lo largo del XIX, la cometa se convierte en
objeto tecnológico, al desarrollarse diseños especializados para su uso en la
observación meteorológica (elevando instrumentos de medición). Por último, las
cometas fueron utilizadas como modelo a escala en la naciente ingeniería
aeronáutica, para perfeccionar el desarrollo del ala, durante la segunda mitad
del XIX y principios del XX.
La cometa no se consolidó dentro del acervo
científico de estas disciplina en ninguna de estas cuatro categorías
(dispositivo experimental, modelo teórico, instrumento auxiliar, modelo a
escala), de forma que la cometa no es reconocida hoy como objeto científico,
salvo por una minoría de especialistas.
La cometa inicia su vuelo como
dispositivo experimental con el famoso experimento de Benjamín Franklin en 1752
para descubrir la naturaleza eléctrica del rayo. Este resultó lo
suficientemente cautivador como para que, una vez agotado su interés científico,
los aficionados a la física recreativa lo siguiesen practicando como
divertimento en el siglo XIX.
Movido inicialmente por mejorar el dispositivo de
Franklin, Johann Albert Euler desarrolló en 1758 modelos mecánicos para poder
elevar una cometa a mayor altura. Sin mayor repercusión científica, estos
modelos tuvieron también una posteridad didáctica, a modo de ilustración, en
manuales de física recreativa durante más de cien años.
En 1896 se comienza a usar la cometa como dispositivo de
elevación de instrumentos de medida meteorológico. Esto propulsa el desarrollo
tecnológico de la cometa, adquiriendo formas demasiado complejas para un simple
juguete. Fueron estos desarrollos los que propiciaron, a partir de 1898, el uso
de cometas como modelos a escala para probar formas de ala, en los primeros
días de la aviación. Sin embargo, la aparición de alternativas más eficientes
abortó la investigación sobre cometas.
Esta tesis analiza la
biografía de la cometa como objeto científico y tecnológico fracasado. Para ello
se parte de la noción de objeto científico de la filósofa e historiadora
Lorraine Daston, con el fin de para disponer de un concepto lo suficientemente
general para dar cuenta de las múltiples funciones científicas que desempeñó la
cometa.
Daston nos propone analizar la capacidad de un objeto para organizar la
investigación científica a partir de cuatro características: su notoriedad, su
novedad, su productividad y su institucionalización. Es decir, en qué medida un
objeto capta la atención de los científicos y es capaz de generar resultados
interesantes y perdurables.
En segundo lugar, pretendo explicar por qué la cometa
desaparece, es decir su fracaso. Para caracterizar el fracaso (y, por
extensión, el éxito científico) adopto el enfoque que el filósofo e historiador
de la ciencia Thomas Kuhn expone en el epílogo de La estructura de las
Revoluciones Científicas (1969): el éxito de un objeto científico sería
incorporarse al paradigma sobre el que se articula una ciencia normal.
La
cometa no lo logró nunca, lo cual, a nuestro juicio, se explica principalmente
a su falta de productividad de resultados teóricos y experimentales, en
comparación con otros objetos con los que entró en competencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario