Se dice frecuentemente que lo único real es el presente,
pues el pasado ya no existe y el futuro está por venir. Hay una lógica en esta
observación, pero es una lógica primitiva, pues los tiempos son totalmente
interconectados e interdependientes.
Es cierto que el presente es la única realidad
práctica, pero también es verdad que es en este instante que se insertan el
pasado y el futuro. En la dimensión temporal actual, el pasado recibe el nombre
de memoria y el futuro tiene varios seudónimos como sueño, deseo, miedo y
esperanza.
El futuro no es algo que va a existir. El futuro
existe ahora. A propósito, el futuro sólo existe en el presente, porque, cuando
en futuro, el futuro será presente y dejará de ser futuro.
Parece obvio, pero escapa a la percepción cotidiana de
la mayoría de la gente. Y también escapa el hecho de que el futuro se volverá
presente y, cuando ocurra, será mejor o peor, dependiendo de las medidas
tomadas en el presente, en este exacto momento.
En otras palabras, vivimos únicamente el presente,
pero estamos fuertemente conectados al pasado que nos enseña y al futuro que
nos motiva. Vivir es estar atado a esa tríade temporal, dulce o amarga,
dependiendo de la conciencia de cada uno. Reatar con el tiempo es la verdadera
sabiduría.
Sin embargo, “la sabiduría no se trasmite, es necesario que la
descubramos haciendo una caminada que nadie puede hacer en nuestro lugar y que
nadie nos puede evitar, porque la sabiduría es una manera de ver las cosas”,
también dice Proust.
De hecho, la sabiduría es una manera de ver las cosas,
y exige intención, disposición y valor.
El problema es que desarrollamos esas
tres cualidades en diferentes épocas de nuestras vidas, por ello la madurez a
veces tarda, pues depende del tiempo. Este mismo tiempo que exige madurez para
ser bien elegido y controlado, en otras palabras, para ser muy bien vivido.
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