El mayor descubrimiento que la persona humana
realiza sobre sí misma es que su esencia, lo que le define como persona, lo que
le sitúa en su verdadera dimensión es aquello que se adquiere fuera de la
órbita de lo meramente finito, vale decir, lo que trasciende el tiempo y el
espacio y conjuga su “ser y estar” en plena consciencia con el mundo que le
rodea.
Cuando el ser humano “despierta y descubre” los
valores esenciales de su propia humanidad y logra situarse en su condición de
ser social intrínsecamente constituido para desarrollar su existencia en
el marco de la complementariedad con aquellos que constituyen su especie y con
los cuales construirse, con el aporte de todos, una civilidad acorde con sus
expectativas podemos entonces decir que ha alcanzado su verdadera dimensión.
No es posible disociar al ser humano de sus valores
como tampoco es posible imaginar que los valores humanos signifiquen nada
más que un enunciado exento de compromiso y plena vigencia en todo lo
relacionado con la convivencia humana.
El valor humano es un valor intrínseco.
“Es el que tiene valor en sí o por sí mismo. Moore
encontró un modo muy simple de identificarlos; se trata de pensar en un mundo en
el que una determinada cualidad faltase, y ver si nos parecería que habíamos
perdido algo importante. Podemos pensar en un mundo en el que desaparecieran la
belleza, o la justicia, o la amistad, o el amor, o la salud, o la paz, o la
vida, etc. Pues bien, si todas esas cosas nos parecen imprescindibles en un
mundo de seres humanos bien ordenado, esos son valores en sí, valores
intrínsecos.
Por más que no existan completamente realizados,
esos valores son los que dan sentido a nuestras vidas y los que definen
nuestras obligaciones morales.
La ética no consiste en otra cosa que en la
realización de esos valores, de todos ellos, del mundo entero de los valores
que es el mundo humano.
valores, realizar la verdad, la justicia, la paz,
la fraternidad, el amor, la amistad; en el caso de los médicos, la salud, la
vida, el bienestar. Quien no sepa deliberar sobre los valores intrínsecos e
incluirlos correcta o prudentemente en sus decisiones, no será nunca un buen
profesional, por mucha técnica que sepa, mucho dinero que gane o mucho éxito
que tenga en la vida.”
George Edward Moore (1873-1958), filósofo británico
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