La necesidad de
estar integrado es siempre la misma, pero se expresa de forma diferentes en
función de las condiciones sociales. En la actualidad, las redes sociales
promocionan un modelo relacional que requieren que la persona se esfuerce por
integrarse. Tiene que participar activamente en estas plataformas y mostrar de
forma explícita quién es, qué le gusta, qué amigos tiene, etc.
Es decir, hay
una serie de rutinas tecnológicas concretas que tenemos que cumplir para estar
integrador, lo cual es una novedad.
Por lo tanto, sí
que existe una mayor temor a no estar integrado, porque ahora parece que
depende de nosotros el lograrlo. Disponemos de herramientas para gestionar
nuestra vida social, y por lo tanto es nuestra responsabilidad individual, lo
cual implica mayor ansiedad.
Si antes la
integración pasaba más por pertenecer a un grupo, ahora tenemos que estar
constantemente demostrando que merecemos ser tenidos en cuenta. De ahí la
necesidad de mostrar siempre nuestra mejor cara. En definitiva, la dinámica de
las redes sociales nos hace sentir que para estar integrados, tenemos que
atraer la atención de los demás.
En las redes
sociales los vínculos se multiplican pero también se hacen más débiles, y las
fronteras entre grupos de amigos se diluyen. Por lo tanto, pasamos de ser
miembros de un grupo más o menos cerrado, a ser un nodo más en una red infinita
de relaciones sociales. Esto de nuevo amplía sus posibilidades de desarrollo,
pero se debilita el grado de apoyo social con que podemos contar.
Existe una inercia
social a aceptar el modelo relacional de las redes sociales como algo
incuestionable. Sin embargo, son las relaciones directas y de confianza las que
de verdad nos hacen sentir integrado y valorado, y éstas son mucho más fáciles
de cultivar en el cara a cara que a través de una plataforma digital.
Esta ha sido una de
las conclusiones del experimento de Desconectados.net, en el que dos jóvenes
estuvieron 15 días sin utilizar redes sociales.
Por un lado se confirmó que son
una herramienta prácticamente imprescindible, pero también se redescubrió la
verdadera importancia de las relaciones no-mediadas por la tecnologías, es
decir, del contacto directo.
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