Últimamente me he dado cuenta de algo. Es una verdad simple, pero creo que no siempre la tenemos totalmente en cuenta. Y es que cuando hacemos planes y los comenzamos a posponer por motivos como pereza, vergüenza o simplemente porque creemos “no estar completamente listos”, solo nos estamos excusando de una meta que nosotros mismos nos propusimos, sin ningún tipo de obligación.
Y si hacemos eso con lo que nosotros mismos queremos, ¿qué
haremos con el resto? Porque, si nos ponemos a pensar, el tiempo seguirá
pasando, nosotros excusándonos, y nunca llegaremos a nada.
Como dicen algunos, “puede que cuando te
des cuenta sea demasiado tarde“.
Y la verdad es que puede ser
así, ¡pues no lo sabemos! El tiempo, nuestra vida y su duración no nos van a
esperar porque se nos ocurrió que era mejor idea dejar tiradas aquellas cosas
que queríamos hacer. Es cierto, vivimos en un mundo rápido y estamos ocupados
permanentemente.
Pero yo soy de los que cree que si uno quiere realmente
hacer algo, encontrará el tiempo y la manera para hacerlo, o al menos lograrás
intentarlo. La verdad es que nos dejamos estar y se nos olvida que el día de mañana nuestros antiguos sueños
pueden ser aplastados. ¿Quieres esperar hasta que suceda eso?
Pues yo no
.
Yo no quiero inventar que el tiempo me esperará. Que sobre
aquello que tengo pendiente, hará como que nunca corra ningún día ni ninguna
hora. Quiero hacer lo posible por lograr lo que me propongo con mi
vida, desde lo más pequeño hasta lo más grande. Desde detalles que solo yo
notaré, hasta actitudes con otros. Y ser sincero conmigo mismo si no cumpliré
algo.
Finalmente, solo a nosotros mismos nos pesará en la
consciencia todas aquellas veces en que “casi” hiciste algo. Que “pensaste” en
ir por esa meta que deseas cumplir.
Regula tus expectativas a los tiempos que
tienes. No las bajes, pero ve un paso a la vez, y sé quién quieres ser.
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