Se puede definir a
los límites como ese espacio que existe entre tú y otra persona; que no se debe
traspasar. Ni tú, ni la otra persona.
Los límites físicos
están muy claro cuáles son. Si te encuentras con una puerta, una valla o una
cadena, sabes que no puedes pasar; o que tienes que pedir permiso en todo caso.
Los límites
emocionales son los que no resultan tan evidentes; y hay que establecerlos para
que queden claros.
Poner límites bien
definidos, facilita las relaciones con los demás, nos ayuda a conocernos a
nosotros mismos, y nos da autonomía; que es muy importante para nuestra
autoestima.
El hecho de poner
límites también sirve para respetarnos a nosotros mismos, porque, olvídate…si
no te respetas tú, los demás tampoco lo harán.
En este tema,
tienes dos alternativas. O haces lo que los demás quieren que hagas, y al mismo
tiempo piensas que los que te rodean son unos desconsiderados y unos egoístas,
o bien, asumes tu responsabilidad; que no es otra que establecer tus propios
límites.
Estableciendo lo
que quieres hacer, lo que no quieres, lo que podrías pasar dependiendo de las
circunstancias y lo que no vas a tolerar de ninguna de las maneras.
Para hacer esto,
necesitas conocerte muy bien. Necesitas conocer tus gustos, tus valores y
también tus prioridades. Teniendo todo esto muy claro, no será nada difícil
poner límites.
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