¿Sería posible
transformar un mal momento, un periodo de desesperanza, en energía para
avanzar? ¿La derrota sería solamente una ilusión, un rito de pasaje para una
victoria personal más grande y más duradera? ¿Cómo realizar la metamorfosis
kafkiana al revés, haciendo surgir un nuevo hombre a partir de un ser amorfo y
repugnante? ¿Lo lograría yo?
Son únicamente preguntas, pero desde Sócrates sabemos que las preguntas son más importantes que las respuestas, porque generan la búsqueda, el movimiento, la acción. La respuesta interrumpe, paraliza. Y probablemente fueron las anteriores preguntas las que me llevaron a una búsqueda por mí mismo, mejor dicho, a querer encontrar aquel hombre que crece en la adversidad, que se agranda ante la crisis porque se utiliza de su fuerza interior para confrontar la influencia exterior. Fue lo que sucedió.
Encontré la fuerza
necesaria y suficiente para ganar un partido que parecía perdido, pero eso no
es privilegio mío. Todos somos usinas de energía vital, esa fuerza que se
convierte en trabajo, que se transforma en acción, que provoca el cambio.
El
mérito está en movilizar esta energía, pues tenemos represas emocionales que
impiden que la utilicemos. Ante la dificultad, podemos paralizarnos, quedarnos
perplejos o pasmados con la injusticia de la vida no ser exactamente como
queríamos. Y corremos el riesgo de acomodarnos en la esperanza que la solución
venga de fuera, en manos de un superhéroe o de un ángel salvador.
No se trata de eso.
La solución tiene que surgir desde adentro. Nietzsche decía que el hombre
superior es aquel que consigue vencer sus enemigos interiores, sugiriendo que
sólo podemos ser derrotados por nosotros mismos.
Queda claro que todo lo que
nos ocurre tiene un componente externo, pero uno interno también: el propio yo,
que es más fuerte de lo que imaginamos, y que muchas veces no lo creemos.
Asumir
la responsabilidad es el mejor indicativo de madurez y el primer paso para la
liberación de la fuerza interior.
El despertar de la
fuerza interior puede ocurrir por exigencia del destino o por voluntad propia.
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