Como seres humanos, tenemos con nosotros todo una gama de
potencialidades y talentos que nos hacen grandes para conquistar nuestros
sueños y metas. Lograr traspasar de un estado de insatisfacción o no deseado
porque nos causa malestar, frustración a uno, que nos proporciona satisfacción
y nos hace sentir plenos.
Todo lo
que somos como personas es el resultado de lo que pensamos, sentimos,
comunicamos y hacemos. De allí, que los objetivos, sueños y metas que deseamos
alcanzar, deben estar precedidos de un cambio en nuestros esquemas o mapas
mentales, de esas creencias que nos limitan o frenan, para dar paso a caminos,
vías y rutas que nos lleven a donde queremos llegar.
La única
manera de llegar a donde queremos llegar, es teniendo muy claro lo que queremos
lograr, tener claridad y certeza de nuestros propósitos y acordes con nuestras
expectativas.
Hay
diversas maneras o vías que nos facilitan llegar a ese destino deseado. Sin embargo,
el principal, es tener los objetivos deseados enfocados permanentemente, de
manera que evitemos desviarnos de él, aún y cuando se presenten obstáculos o
estemos rodeados de incertidumbre.
Si
tenemos formas de pensar y de actuar más efectivas desde las que hasta ahora
hemos tenido, saldremos adelante y podremos alcanzar niveles de crecimiento,
expansión y desarrollo, con una visión ampliada para crear a voluntad los
resultados que queremos alcanzar.
Cada uno
de nosotros es merecedor de grandes cosas y grandes realizaciones, si somos
capaces de emprender nuestro proyecto de vida, es decir, el por qué hacemos lo
que hacemos y las razones para emprender la lucha diaria y movilizar todos
nuestros recursos vitales para lograr ese bienestar y satisfacción personal.
Lo que queremos y deseamos
debe cumplir con unas condiciones: estar muy claro y comprensible para nosotros
mismos; debe ser muy específico en cuanto a lo que queremos lograr, de forma que no haya confusión
con otros objetivos. Tiene que haber coherencia, es decir, estar en sintonía
con una misión y visión personal. Además hay que precisar tiempo de alcance y
consecución para que nos motive a su realización; los objetivos deben ser
posibles de alcanzar para que sean percibidos como estimulantes.
También deben
ser medibles, de forma tal que se sepa cuáles se han logrado o saber cuánto
falta para hacerlo. Es beneficioso, establecer una jerarquía de ellos para
determinar la importancia o urgencia que tienen de ser conseguidos y por
último, debemos darles flexibilidad, de manera de poderlos redefinir o
adaptarlos a las circunstancias o condiciones inesperadas que puedan
presentarse o por si hay que tomar nuevas decisiones.
Los
éxitos y realizaciones no suceden por casualidad, ellos son resultados de una
interacción sistemática de causas y condiciones, es decir, cuando distintos
factores y agentes se concretan y combinan para permitir que lo que queremos,
ocurra, “para que demos a luz” a nuevas ideas, propósitos y sueños.
En este
sentido, es necesario tener claridad de las interrelaciones y conexiones
existentes para hacer posibles dichos objetivos, es decir, los resultados y
efectos que pueden generar en el entorno en el que nos desempeñamos y en
nosotros mismos. Es conectarnos con las razones de por qué hacemos lo que
hacemos, con lo trascendente de nuestra existencia. Es descubrir la misión y
vocación específica y concreta que exige su cumplimiento.
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