Concebir el presente como una carrera de obstáculos parece
inevitable, pero cuando todo se enreda, es preferible romper el hilo para
recuperar el ovillo.
Estos días me ha tocado opinar públicamente sobre
actuaciones gubernamentales y asuntos a los que creía no estar prestando
demasiada atención, como la “reforma laboral”, pero las palabras salieron
solas, no se trata de cuestionar o debatir sobre las vendas y la morfina sino
de pensar de forma diferente y construir.
No capto el sentido de hablar de brechas que se agrandan en
un barco que apenas flota y que no define destino. El “más vale malo
conocido” sólo nos lleva a un pasado que, supuestamente, ya no gustaba… y que nos
trajo hasta aquí. No se trata de explicar sino de buscar la pregunta adecuada para avanzar y eso quiere
decir debatir, desechar tópicos y
trabajar para encontrar las respuestas en el lugar y forma adecuadas.
Ahora toca rasgarse las vestiduras por la fuga de talento
pero tan estúpido resulta enredarse en el pesimismo como tratar de convencer
con argumentaciones peregrinas:
“Cuando la gente se va del país debido al paro, derrotada,
hay riesgo de que nunca regrese; eso es una gran pérdida para todos”
“aunque se marchen porque no hay trabajo, deberían verlo
como una oportunidad, una etapa formativa, y tener confianza en su propio país,
en que mejorará la situación y podrá repatriarles”
“La clave es mantener abiertas las puertas para el
regreso”
“Es bueno para el país que se marchen porque cuando se
recupere la actividad económica tendrán una experiencia enriquecedora y podrán
volver”
“Me preocuparía más que se fueran personas con talento si no
hubiese esa tasa (de paro)”
La oportunidad existe pero no en ese hipotético regreso que
ocurrirá cuando “las cosas mejoren” sino que pasa por superar la economía
posibilista, asumir riesgos y plantear un relevo generacional serio para
evitar los “Peter Pan obligados”. ¿Habremos aprendido que hay técnicas que no funcionan?
Pero tampoco podemos olvidar que aunque el problema de fondo
apunta a la educación no se soluciona legislando, que también, sino prestando
atención al discurso del aprendizaje y al tipo de conocimiento que
el futuro demanda. Estar al acecho buscando rastros de lo conocido supone un
atentado al futuro, es hora de conducir con las largas y de dejar de alumbrar a quienes distancian para localizar a
la gente que aproxima.
Podemos seguir con la queja o empezar a
mirar-nos, tenemos más capacidad de elegir de
lo que queremos reconocer. Nos gusta decir que para construir algo nuevo hay
que poner a las personas en el centro, pero no sé yo porque recuperando
palabras de hace un tiempo…
Mucho parecido tienen los hologramas con nuestras acciones
diarias en el trabajo y en cualquier lugar donde nos encontremos. Nuestra
percepción de la gente depende, en gran manera, de la posición en que nos
encontremos, y somos poco capaces de darnos cuenta de que esas percepciones son
producto de nuestra forma de ver el mundo, de nuestras actitudes y no reflejan
realmente la realidad exterior.
Lo esperanzador es cada vez hay más personas rompiendo hilos
para establecer nuevas conexiones. Algunas ya se van sintiendo. Sigamos…
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