Hay días en que resulta difícil abrir los ojos y mirar de
frente al mundo, ocasiones en las que la esperanza básica que sostiene el
corazón en el día a día decae incluso en los más optimistas. A veces,
simplemente tomar conciencia de las crisis globales que enfrentamos (desde el
calentamiento global a las crisis migratorias, desde la emergencia de líderes
con mentes psicopáticas hasta el hambre y explotación que acecha a
millones de niños, desde la deforestación y desaparición de miles de especies
animales al año a la desigualdad económica sin precedentes a nivel global)
puede hacernos empatizar profundamente con Mafalda cuando pide que paren el
mundo porque se quiere bajar.
En esta entrada quiero resonar, acompañar y abrir mi corazón
a quienes, tal como yo, a veces sienten ese cansancio del espíritu que llamaré
aquí desesperanza, y explorar a través de esta reflexión la posibilidad de
conectar con una esperanza nacida desde la misma oscuridad a partir del coraje
de observarla de frente y de trabajar con y a través de ella en vez de huir
demasiado pronto de la incomodidad que nos provoca.
También me gustaría
apuntar al trabajo del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado y su
mujer Lélia y hacer una lectura de su experiencia como un ejemplo encarnado de
quien ha mirado el sufrimiento y la desesperanza de frente y se ha podido
reconectar con un sentido de esperanza a través de algunas vías que
podemos explorar también en nuestra propia vida. Estas vías son: 1. Atender
nuestras propias necesidades fundamentales; 2. Conectar con la inspiración
disponible en uno mismo en los demás; 3. Nutrir nuestro sentido de
comunidad y pertenencia; y 4. Conectar nuestras acciones cotidianas con nuestra
visión para el mundo y con nuestros valores fundamentales.
Como todo lo que
escribo y lo que comparto en los grupos con los que trabajo, pongo estas
ideas en palabras no porque sea experto en este tema (no lo soy), sino porque
escribirlo me ayuda a comprender mejor y quizá aprender algo útil del proceso.
Si a ti también te resulta de utilidad, la alegría es doble.
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