Sin embargo, el hecho de contar con un recurso como un
amplio abanico de emociones tiene un lado no tan positivo: la posibilidad
de experimentar inestabilidad emocional. Veamos en qué consiste y de qué
maneras puede aparecer.
La inestabidad emocional es un rasgo de personalidad que
pertenece al espectro del neuroticismo, y se expresa a través de la expresión
de cambios relativamente bruscos en el estado emocional de una persona.
En algunos casos, la inestabilidad emocional puede ser
prácticamente inocua, si el contexto es propicio; pero en otros casos extremos, puede
llegar a ser un fenómeno psicológico vinculado al malestar tanto de quien
lo experimenta en primera persona como de las personas cercanas a la anterior
Entre las características típicas de las personas con
inestabilidad emocional, destacan las siguientes.
1. Sesgo hacia el malestar
Puede que en ciertos aspectos parezca que las personas
emocionalmente inestables vivan la vida con intensidad, pero el hecho de ser
tan sensibles a los cambios que se presentan con cada situación hace que con
frecuencia focalicen su atención en esas experiencias que les hacen sentir
mal, ya sea por enfado, tristeza o miedo.
Esto es debido a un sesgo dirigido a intentar alejarse del
malestar, como objetivo prioritario, más importante que disfrutar de esos
momentos de felicidad.
2. Cambios rápidos de humor
La inestabilidad emocional hace que los estímulos del
presente se impongan con facilidad a los estados emocionales derivados de
experiencias que han pasado hace poco, incluso aunque las nuevas situaciones
que desencadenan esas emociones sean aparentemente menos importantes que lo que
nos ha ocurrido antes y nos ha dejado ese buen o mal sabor de boca.
Por ejemplo, alguien con inestabilidad emocional que aprobó
su examen de conducir hace pocas horas puede sentirse muy triste al ver un
anuncio de televisión con un mensaje triste.
3. Baja tolerancia a la frustración
Las personas emocionalmente inestables no suelen
asimilar bien los momentos en los que sus expectativas se frustran,
ya que ven estas situaciones como problemas añadidos por el simple hecho de ser
inesperadas.
4. Relaciones personales complejas
En general, las personas con una pronunciada inestabilidad
emocional llegan a tener dificultades
para tener una red social y de apoyo amplia, ya que sus
habilidades sociales se resienten a causa del bajo control sobre las emociones.
El caso extremo: labilidad afectiva
Cuando la inestabilidad emocional llega a ser tan
pronunciada que puede
considerarse síntoma de un trastorno mental, es conocido como
labilidad afectiva. Se trata de un fenómeno frecuente en trastornos de tipo
psicótico como por ejemplo la esquizofrenia, la ciclotimia o el trastorno
bipolar.
En estos casos, la situación es grave e incluso puede ir de
la mano de otros síntomas que afectan fuertemente a los estados emocionales,
como por ejemplo las alucinaciones.
En los casos no patológicos de inestabilidad emocional,
suele ser posible entrenar la capacidad para regular las emociones de una
manera útil y adaptativa. Sin embargo, para ello acostumbra a ser necesaria la
intervención psicológica con la ayuda de profesionales de esta disciplina.
El ámbito de la Inteligencia Emocional, en concreto, es un
área de intervención que apunta hacia descubrimientos prometedores. De esta
aptitud mental se sabe que está relacionada con la inteligencia general (medida
por el CI) sin ser exactamente lo mismo, y que tiene que ver con la facilidad
con la que llegamos a ser felices.
Para gozar de un mejor equilibrio emocional, pues, resulta
necesario pasar por una serie de situaciones prácticas que nos ayuden a trazar
hábitos de vida que potencien una visión conjunta y coherente de nuestras
experiencias, así como una modificación de nuestras creencias fundamentales
mediante lo que se conoce como reestructuración
cognitiva.
De este modo, interpretaciones tremendistas de la
realidad, que nos vuelven propensos a los cambios súbitos de humor, perderán
fuerza a favor de una percepción más realista de las cosas.
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