En el complejo del
Parque Villa Lobos, la apuesta es por el concepto de “biblioteca viva”, es
decir, un local en el que lo importante no es el acervo, sino la comunidad. En
esta biblioteca, las estanterías llenas de libros le ceden el protagonismo a
una tienda de hilo que ocupa el centro del salón de tres plantas, donde se
distribuyen hamacas en las que las personas leen, charlan o incluso echan una
siesta. La luz natural del sol y el fresco aire de las inmediaciones del parque
abundan en las diferentes secciones que conforman el edificio, amueblado con
cómodos sofás y sillones que dan la sensación de estar en el salón de casa en
un fin de semana.
El silencio, marca
registrada de las bibliotecas, tampoco es una normativa. En el marco de la
contemporaneidad, la regla es que cada uno ocupe el espacio como mejor le
convenga. “La biblioteca es una institución milenaria y solo ha sobrevivido
hasta ahora porque en los momentos cruciales ella supo cómo transformarse. Y a
lo largo de la historia, ha sufrido algunas bastante grandiosas”, afirma
Ruprecht. El público puede participar en clubes de lectura y sesiones de cine
hasta clases de fotografía y escritura creativa.
Las personas
mayores aprenden también a manosear las nuevas tecnologías a través de talleres
sobre el uso de los teléfonos inteligentes y el acervo es renovado cada semana
bajo demanda. La inclusión social también es una prioridad en las bibliotecas
contemporáneas. Aparatos capaces de traducir palabras escritas al braille,
convertir libros en audio, hojear páginas o imprimir imágenes en relieve son
algunas de las herramientas disponibles para los usuarios con discapacidad.
Fue precisamente
esa pluralidad de actividades en la Biblioteca Villa Lobos —que acoge más de
900 eventos culturales al año— que llamó la atención de la IFLA y resultó en su
nominación. Pero el director subraya que adaptación no es lo mismo que
resignación. En su opinión, las bibliotecas siguen como un “espacio para la
construcción autónoma del conocimiento”. “La biblioteca tiene que proporcionar
acceso y ser el escenario para discutir y crear. Siempre tiene que haber estas
tres visiones: acceso, discusión y creación”, expresa.
A partir de estos
elementos contemporáneos, la biblioteca tiene el poder de acercar la cultura y
la literatura clásicas a las nuevas generaciones, un movimiento considerado
“esencial” en la era de las llamadas ‘fake news’. “El volumen de información
que está disponible es absurdo y por encima de nuestra capacidad de
procesamiento. Entonces el papel de la biblioteca y sus profesionales es ayudar
a seleccionar la información que puede ser importante”, recalca Ruprecht.
La nominación al
premio de la IFLA, opina el director, puede mostrar a los “políticos,
dirigentes y gestores de cultura” de Brasil que es “viable” hacer un fuerte
trabajo social por medio de estas instituciones del saber. “Las bibliotecas son
la herramienta cultural más cercana a las poblaciones de baja renta y son
capaces de generar un impacto social muy positivo desde que sean promovidas
acciones constantes y consistentes”, remata el director.
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