Satisfacer las necesidades propias en ocasiones es una tarea
difícil. ¿Te has parado a pensar alguna vez si las necesidades que has cubierto
eran propias o ajenas? Muchas veces, damos por sentado que necesitamos algo
pero en realidad, no estamos escuchando a nuestro interior sino que escuchamos
las opiniones de los demás y las tomamos como propias. Nadie nos ha enseñado a
escuchar a nuestro interior. Al contrario, se nos invita a olvidarnos de nuestras
necesidades y emociones tirando para adelante al precio que sea.
Satisfacer las necesidades de uno mismo no es tarea fácil,
de hecho nadie nos enseña normalmente a hacerlo. De hecho, es más fácil dejarse
guiar por los mandatos familiares y sociales que realmente parar a escuchar lo
que realmente queremos.Tendemos a satisfacer las expectativas de los demás
antes que las nuestras sin darnos cuenta.
Intentamos buscar fuera una respuesta que está dentro
de nosotros. A veces, esto pasa porque seguimos mandatos o patrones que
nos vienen desde lejos; por una historia familiar, por una tradición, por una frustración pasada,
por un aprendizaje emocional…
Por ejemplo, me refiero a aquel joven que ha estudiado
“Economía” porque su padre así lo quería, me refiero a esa niña que está
apuntada a “Ballet” porque así lo quiere su abuela… Estoy pensando también en
ese amigo soltero que no se valora y espera a que otra persona lo haga, también
pienso en esa señora que le gustaría aprender cocina, pero su marido no quiere
que lo haga…
“Un hombre que no encuentra satisfacción en sí mismo la
buscará en vano en otras partes”
– La Rochefoucauld –
Es muy fácil caer en la inercia de complacer a los demás. Se nos enseña
a nivel social a ayudar, y está muy bien. ¿Pero, no deberíamos ayudarnos a
nosotros primero? En todos estos casos la base para empezar a
satisfacer las necesidades propias es la misma, escucharse a uno mismo.
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