La confianza es el pilar sobre el que se construyen las
relaciones.
Relaciones entre personas, y entre éstas y marcas.
Y como ya me habrás escuchado decir en otras ocasiones, sin
confianza no hay ventas, y sin ventas no hay negocio.
Pero la confianza no sólo es importante en los negocios,
sino que su relevancia va mucho más allá, pues afecta a nuestro día a día.
Nuestro éxito personal depende directamente de la confianza
que otros nos tengan. No te olvides que, como dijera Aristóteles, el
hombre (entiéndase el ser humano) es un animal social.
Nos desarrollamos en el seno de una comunidad (en realidad
de múltiples comunidades) y dependemos literalmente de otros para conseguir
nuestros fines y para sentirnos satisfechos con nuestra vida.
Vivimos en sociedad, necesitamos del favor ajeno, y quien no
goza de la confianza del prójimo tampoco recibirá su favor, por lo tanto, no
gozar de la confianza de otros es una forma de destierro, de rechazo
social.
A nadie apetece el ostracismo, ni hace dos mil quinientos
años ni ahora, pues significa la ruptura del ser con sus raíces, el abandono
por largo tiempo del lugar donde uno tiene la mayor parte de, sino todos, sus
intereses (propiedades, inversiones, familia, etc.).
Pues bien, algo parecido sucede cuando una persona, marca o
entidad pierde la confianza de aquellos a quienes necesita para prosperar.
Y ya sabes lo que dicen, la confianza puede tardar años en
ganarse y un momento en perderse. Y una vez perdida recuperarla puede resultar
imposible.
Ahora bien, gozar de la confianza del prójimo pone a tu
alcance un mundo de oportunidades. Dejas de ser un extraño. Su puerta está
abierta para ti. Ahora formas parte de su círculo de confianza. Si puede hacer
algo por ti lo hará.
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