El concepto de solidaridad se
basa en la inclinación a ayudar al prójimo cuando lo necesita. De esta manera,
si a un vecino se le quema la casa, el resto de vecinos puede decidir actuar
solidariamente con el afectado ofreciéndole aquello que pueda necesitar para
reconstruir inicialmente su vida. En este caso, hablaríamos de una ayuda o
solidaridad dirigida hacia un individuo concreto. Sin embargo, si la ayuda
ofrecida se orienta en un sentido global y no individual estamos hablando de
solidaridad social.
En términos generales la idea de solidaridad se opone al
egoísmo y al individualismo. Una acción es solidaria cuando contempla las
necesidades de los demás y al mismo tiempo se renuncia parcialmente al
beneficio e interés personal.
Imaginemos una pequeña localidad con un alto nivel de vida
que decide colaborar activamente con otra población que
se encuentra con una serie de problemas básicos (falta de alimentos,
desnutrición infantil y marginación en general). Si la localidad rica decide
recaudar dinero haciendo un concierto para que la recaudación vaya a la
localidad pobre nos encontramos ante un caso de solidaridad social.
Las acciones solidarias enfocadas a la sociedad son muy
diversas. En este sentido, las distintas ONGs realizan proyectos de ayuda en
áreas como la educación, la sanidad, la agricultura o la integración de
personas con discapacidad. No hay que olvidar que la mayoría
de iglesias también promueven acciones que pretenden ayudar a los más
necesitados. La idea de estado supone igualmente una serie de mecanismos de
solidaridad en la propia sociedad (por ejemplo, la ayuda económica a los
desempleados).
De alguna manera todos sabemos que el mundo en el que
vivimos es interdependiente. Esto significa que todos dependemos de todos en
algún sentido. Al mismo tiempo, podríamos dividir a la población mundial en dos
grandes bloques: los que tienen sus necesidades básicas cubiertas y los que no.
Ante esta realidad desigual todo individuo, colectivo o nación puede
plantearse qué debe hacer. Caben dos opciones: desentenderse o intentar paliar
las necesidades ajenas. La segunda postura implica un compromiso moral con
los demás y una idea de fraternidad entre todos los seres humanos.
En conclusión,
cualquier ayuda o colaboración para disminuir el sufrimiento ajeno parte de un
sentimiento moral o de unas convicciones que son el origen del principio de
solidaridad individual o social. La solidaridad entendida como mecanismo social
se basa en la idea de que no somos simplemente un grupo de individuos sino que
todos formamos un cuerpo social y lo que sucede a una parte de un cuerpo afecta
a su totalidad.
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