martes, 23 de abril de 2019

No Somos Más Ni Somos Menos

Echar la culpa a los demás es muy fácil. Y muchas veces no es más que una forma de no reconocer nuestros propios errores, de no ejercer nuestra responsabilidad.

Vamos a verlo con unos ejemplos de situaciones por las que muchos hemos podido pasar. Uno muy habitual es decir “el taxista iba demasiado lento” o “había mucho tráfico”, en lugar de reconocer que nos levantamos más tarde de lo que deberíamos. O echar la culpa al horno de una comida quemada porque “no funciona bien”, en vez de decir que nos quedamos mirando televisión y nos olvidamos de la cena.
“Echarle la culpa de tus errores a tu naturaleza no cambia la naturaleza de tus errores.”
-Thomas Harris-

Esto ocurre porque la mente trata siempre de deslindarse de los problemas y, sobre todo, de las culpas. Es como una especie de protección hacia los ataques de otros, que a veces realmente son más producto de nuestros miedos e imaginación.
El ser humano cae una y otra vez en un típico error: buscar culpables fuera de sí mismo, para cualquier problema. Si acertamos, es nuestra virtud, pero si erramos, seguramente será responsabilidad del otro.

Antes de decir “me equivoqué”, es probable que digamos que fue por la mala suerte, el clima, el jefe, el transporte, el zodíaco o la alineación de los planetas. No importa, cualquier excusa es buena para evitar afrontar la realidad y asumir los errores.

“La gente está siempre culpando a sus circunstancias por lo que son. Yo no creo en las circunstancias. La gente que progresa en éste mundo es la gente que se levanta y busca las circunstancias que quiere, y, si no puede encontrarlas, las hace.”
-George Bernard Shaw-

Es una tarea que no es nada sencilla, pero que tampoco es imposible. El punto de partida para dejar de echarle la culpa a los demás es quitarnos la comodidad del cuerpo y comenzar a aceptar cuando nos equivocamos.

Es necesario dejar que los demás nos corrijan, sacarnos de encima las capas de esa gran coraza que se llama orgullo, y sobre todo, ser sinceros con nosotros mismos, primero, para luego con el resto de las personas.

Errar es humano, y no solo eso, sino que es también aprendizaje. Asumir los errores es aprender de ellos, y eso nos permitirá crecer como personas. Pero también nos ayudará a comprender a los demás cuando comentan fallos y a perdonarlos si nos han afectado de algún modo. Al final, no es más que una forma de madurar y de hacernos con el control de nuestra vida.

“Si cerráis la puerta a todos los errores, también la verdad se quedará fuera.”
-Rabindranath Tagore-

La solución, afortunadamente, está dentro de nosotros y nadie más que nosotros somos los que podemos revertir esa tendencia insana a echar la culpa a los demás de cualquier error que comentamos, por pequeño que sea.

Podemos comenzar a practicar con el próximo error que cometamos o un con uno de esos fallos que se viene repitiendo desde hace tiempo. Aceptar que nos cuesta levantarnos cuando suena el despertador, concentrarnos para entregar a tiempo los trabajos, estudiar para un examen o prestar atención a la comida nos hará sentirnos mejor, de manera interna y por consecuencia, externa.

Equivocarse no es sinónimo de valer menos
Existe una creencia generalizada en la que parece ser que cuando nos equivocamos pensamos que valemos menos. El hecho de errar nos lleva a pensar que si hemos hecho algo mal es porque no somos lo suficientemente buenos y vemos peligrar nuestra propia identidad y autoconcepto. ¿Y qué ocurre cuando nos equivocamos? Para no asumir nuestro error, echamos la culpa a los demás o a las circunstancias. “Yo no me quedo nunca dormido, es que hay mucho tráfico”. No queremos admitir que a veces somos impuntuales y mucho menos queremos que los demás lo piensen.

“El miedo a una evaluación negativa, o miedo a ser juzgados negativamente por los demás e incurrir en su desprecio y desdén; miedo a que los demás piensen que somos unos estúpidos, débiles, ineptos y tal vez incluso que estamos locos”.
-Crark y Beck-

Es importante saber que todos podemos errar y no por ello valemos menos. Cuando aprendemos a conducir un coche se nos va a calar unas cuentas veces y no echamos la culpa al coche ni al profesor ni al clima, sabemos que somos nosotros quienes todavía no tenemos un manejo adecuado del coche.

Lo mismo ocurre con muchos otros aspectos de la vida, cuando realizamos una acción que conlleva un resultado no deseado, es mucho más sano mirar hacia dentro que buscar culpables fuera. De esta forma, aprenderemos y creceremos como personas.

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