“La vida cotidiana de la mayoría de los humanos está constituida de quejas, de luchas, de tormentas y de rencores. ¿Por qué? Porque su campo de conciencia es tan estrecho y limitado, que nada les parece más importante que sus preocupaciones, sus ambiciones, sus codicias y sus querellas.
No ven la inmensidad del cielo sobre ellos, todo este espacio infinito… Si se dignaran a alzar los ojos, se liberarían de esas limitaciones y respirarían libres finalmente. Simplemente se trata de una dirección de la mirada: no tanto dirigirla hacia abajo, sino hacia arriba.
Aquél que piensa en el infinito, en la eternidad, comienza a
sentir que planea por encima de todo, que ya nada podrá dañarle, ninguna
vejación, ninguna ofensa, ninguna pérdida, porque otra conciencia se está
despertando en él.”
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