En todo momento de nuestras vidas nos encontramos lidiando con la
incertidumbre. Si
lo pensamos bien, nada está predeterminado y no podemos saber que es lo próximo
que va a suceder. Sin embargo, en mayor o menor medida, sentimos que es posible
predecir aquello que va a pasar.
Cuando una situación nos corre de nuestro eje, cuando avistamos
que no hay una respuesta cerrada a todo, ¿cómo lidiamos con esto? Continúa leyendo el
artículo y te contaremos por qué necesitamos siempre una respuesta, una
relación causa-efecto y una certeza.
La Real Academia
Española define
la certeza como “el conocimiento seguro y claro de algo”. La incertidumbre nos
inunda cuando perdemos la capacidad de predecir aquello que va a pasar o de
explicar un hecho ocurrido. La
incertidumbre nos deja en un lugar tan incómodo que, a lo largo de la vida,
vamos encontrando y aprendiendo distintas maneras de lidiar con ella. Los niños son un claro ejemplo
de esto, ya que les hacen repetir a sus padres y tíos las mismas historias una
y otra vez, miran la misma película repetidas veces y los juegos tienen siempre
uno de dos o tres finales que ya han jugado con anterioridad. ¿A qué se debe
esto?
La ansiedad que produce no saber cómo va a terminar una
historia, hace que los niños prefieran ver siempre la misma, esto los
tranquiliza, les permite no encontrarse con la pregunta de qué va a pasar. Ya
como adultos, aprendemos a manejar la ansiedad que produce
el no saber. Sin embargo, sepámoslo o no, estamos siempre buscando una
respuesta.
Se llama cierre cognitivo a la necesidad psicológica que tenemos
las personas de encontrar una respuesta firme a una pregunta o situación y a la
aversión que tenemos hacia la ambigüedad. Implica una
tendencia activa a buscar la información que falta para poder obtener una
explicación clara de los hechos. Creemos que no nos
conformamos con la primera explicación que nos dan, pero estamos muy a gusto
cuando podemos ubicar un efecto derivado de cierta causa.
Uno de los principales investigadores dedicados a este tema
es Arie Kruglanski, que desarrolló en los años
noventa un cuestionario de 42 preguntas que permite medir el grado de necesidad
de dar un cierre cognitivo que cada persona tiene. En algunos
casos es tan fuerte la necesidad de dar una respuesta cerrada a una situación
que se dejan afuera casi todos los factores e indicadores, excepto aquellos que
uno quiere ver.
Otros investigadores han encontrado que hay una
necesidad innata en el hombre de creer que hay una correlación directa entre
causa y efecto. Lo más sorprendente es que tan dispuestos estamos a esa
creencia, que muchas veces aceptamos correlaciones de causa- efecto tan débiles
que bordean la incoherencia.
Las personas con un grado más alto de necesidad de cierre
cognitivo prefieren las situaciones predecibles, correr menos riesgos y buscan
encontrarse con la menor cantidad posible de situaciones ambivalentes. Tienden a elegir la
respuesta más simple, aquella que parece la más lógica y que cierra perfecto
con la situación.
Por el contrario, aquellas
personas con una alta tolerancia a la incertidumbre se permitirán encontrarse
en situaciones que cuestionen un poco más las bases de aquello que creen. Además, tienen la
capacidad de sentirse cómodos en situaciones que no están completamente
definidas, con menos reglas y que impliquen el uso de una mayor creatividad para su resolución.
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