Desde los orígenes de la humanidad que el conocimiento es un
tema central en la forma de vida. Las primeras civilizaciones hicieron uso y
registro de sus conocimientos por diferentes tradiciones y mecanismos, los
cuales institucionalizaron la existencia de la ciencia y tecnología que
entendemos hoy, sin que fueran llamadas así. En las civilizaciones china y egipcia,
se le otorgó relevancia a la tecnología por
sobre a la ciencia, siendo esta una primera manifestación sistemática de las culturas materiales. En
contraste, la civilización griega tuvo
un enorme foco en la reflexión para acercarse a la comprensión de la realidad,
estableciendo los cimientos de la filosofía y la ciencia moderna.
Los siglos posteriores a la caída de Roma y
el auge del cristianismo (en
occidente) y el islamismo (en Oriente) vincularon
las búsquedas de la verdad a una explicación teológica y monista. No fue hasta
el Renacimiento Europeo,
cuando la Revolución científica(un periodo
histórico dominado por la reflexión de la realidad con una base experimental)
sistematizó y reinterpretó lo que se entiende como conocimiento. El surgimiento de la Royal
Society en Inglaterra y de la Academia de Ciencias de Francia institucionaliza
la ciencia con fines públicos. Durante el siglo XVIII la comunidad científica francesa le
dio prioridad al desarrollo de la ciencia, bajo la creencia de que sólo lo que
fuera conocido teóricamente sería confiable y tendría éxito.
La industrialización de la ciencia y la
tecnología pasa por tres etapas a lo largo de la historia. La primera, el
período amateur (entre los siglos XVII y XVIII, coincidiendo con la Revolución
Científica). Durante esa época los científicos no están especializados pero,
por otra parte, son autosuficientes económicamente. Aparecen las primeras
asociaciones y comunicaciones regulares entre científicos.
A esta fase le sigue
un período académico (entre el siglo XVIII y la Segunda Guerra Mundial).
Emergen entonces los primeros laboratorios privados de investigación y desarrollo. Los científicos
se especializan y son subvencionados ahora por universidades pero manteniendo
la independencia de acción respecto al poder político.
Por último, el período profesional o tecnocientífico (que
abarca desde la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad, conocido como Big
Science o Gran Ciencia).
Hay un aumento del coste y escala de las investigaciones, que provoca la
dependencia de científicos e investigaciones con las fuentes económicas del
ejército, los estados y las industrias. Aparecen los primeros proyectos
globales de investigación, haciéndose patentes los lazos entre conocimiento,
innovación y cultura. La promoción de la ciencia y tecnología en relación a su
impacto económico y social comienzan a orientar agendas políticas desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Actualmente
el desarrollo de un país es medido sobre la base de lo que se dedica a ciencia
y a tecnología, sin embargo, invertir en esos rubros no siempre asegura el
enriquecimiento ni el progreso de un país.
Es en este último período en el cual se segregan los
estudios de CTS de otros campos, como consecuencia de la necesidad de
comprender rigurosamente las innovaciones tecnológicas y el conocimiento
científico como un elemento de la cultura global, como un motor del desarrollo
de las naciones, un agente democratizador de los ciudadanos y sus relaciones
con los avances de la humanidad en materia tecnocientífica tras en un mundo
globalizado.
Lo anterior trae como evidencia que las relaciones entre
ciencia y tecnología a través de la historia han tenido una compleja evolución,
donde inicialmente son comprendidas como una misma cosa; luego son consideradas
como realidades independientes desde el
surgimiento de las primeras civilizaciones hasta la edad moderna;
Pero paulatinamente se van relacionando, hasta que a partir de la segunda
revolución industrial, la tecnología es una ciencia aplicada; y actualmente se
habla de tecnociencia, el cual amplia una mirada más profunda a la interacción
entre ciencia y tecnología.
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