"Las
personas aparecen en nuestras vidas para darnos una oportunidad. Nos ayudan a
reconocer las cosas que necesitamos cambiar y trabajar en nosotros mismos."
Es necesario rescatar aquellas capacidades personales
perdidas o que se han dejado para el futuro, para cuando aparezca la
“oportunidad”, las “deudas pendientes” a las que nunca se les ha podido dar
tiempo y cabida. Tanto las capacidades personales o profesionales
postergadas, como así también los “pequeños sueños”, los “gustos postergados”,
esos talentos que quedaron enterrados por falta de tiempo o por haber tenido
otras prioridades.
Hay que darse a sí mismo, cada uno, “una segunda oportunidad”. El tiempo puede ser resignificado a partir de aquellas necesidades pendientes que ahora pueden ser atendidas. Si uno ha tenido sueños, no hay que dejarlos morir. Mientras haya tiempo y energía, hay posibilidades de realizarlos. A veces no acontecen como los imaginábamos. No importa, lo fundamental es que nos empeñemos en ellos. La vida siempre nos trae alguna sorpresa. Nada muere más lenta y dolorosamente que los sueños. No hay que dejar que se apaguen. El tiempo los irá transformando. Si uno tiene que renunciar a un sueño es para que renazcan otros que nos comuniquen la posibilidad de generar nuevas capacidades.
Mientras dure este bendito curso de la vida, hay que seguir al corazón y a la intuición, continuar creciendo, esquivando las rutinas y persistir en soñar, detrás de lo que se siente y se cree. Cada tanto uno se muere y también de nuevo resucita. La fortaleza nos mantiene en pie en medio de todos los debates del alma. Resucitamos mucho más de lo que creemos.
Cada vez que nos ponemos de
pie ante la vida, aunque tengamos heridas abiertas y golpes, y seguimos
resistiendo acontece el milagro de que nuestro barro se transforme y siga dando
formas nuevas a la vida.
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