La ciencia, la
astronomía, dice que existen millones de galaxias y que en cada una de ellas
hay millones de sistemas. Pero cada día nos muestra el conocimiento que, en
rigor de verdad, no todo se conoce. Acaso el ser humano conozca poco y nada de
esta creación que es tan maravillosa como misteriosa. De hecho, hace pocas
horas medios europeos dieron a conocer la noticia que se han registrado en
Rusia, con instrumentos sofisticados, extrañas señales que provienen de la
galaxia ¿Otras vidas?
Pese a esta verdad,
la soberbia humana va in crescendo. El hombre, algunos hombres, se erigen hoy
en dioses. Creen saberlo todo, creen tener la potestad para expresar como
certeza algo que no es certeza en absoluto: nada es taxativo, todo es
discutible, “todo” es relativo. Pedantería humana, propia de la imperfección
que pretende debatir con lo perfecto y verdadero. Una paradoja, un disparate,
una perogrullada.
Un ejercicio simple
nos muestra, por ejemplo, que la mente humana, aun cuando poderosa, es
limitada. Yo invito a cualquier persona que se retire a un cuarto, cierre los
ojos, se relaje, e intente imaginar la nada. Es imposible.
Una vez un señor me
dijo que había logrado hacerlo. Le pregunté cómo era la nada. Me respondió que
era un gran abismo, ilimitado, un inmenso vacío donde todo era oscuro. Me
sonreí y le dije: “usted no llegó a la nada, puesto que la nada no es inmensa,
no tiene tonalidades, no es vacía, pues simplemente no es”. El hombre no puede
trazar una imagen de la nada ni del todo, de lo eterno y de lo infinito, de lo
efímero y finito. Su mente está limitada, no puede ir más allá y conocer lo
absoluto.
Pero sí puede ser un atrevido y expresar, por ejemplo, que todo
comenzó con un bing bang. Bueno, el ser humano siempre fue un atrevido y
soberbio ¿Se acuerdan cuando afirmaba que la Tierra era plana? ¿O cuándo no se
dudaba de que el sol giraba alrededor de nuestro planeta y que la Tierra era el
centro del universo?
Siempre el ser humano se
caracterizó por cierto grado de soberbia y vanidad, pero tengo la opinión de
que en estos tiempos está ebrio de tales condimentos.
La autoestima es
indispensable, pero cuando se aleja en demasía de la humildad de corazón,
cuando va más allá del limite para hacerse puro ego y soberbia, es algo
destructivo.
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