Cuando en algún momento no
expresamos lo que sentimos, o lo hacemos maquillándolo, el cuerpo, que no
entiende la incoherencia, puede reaccionar con algún síntoma, poniendo en
marcha un plan de acción para informarnos de las desventajas de ciertas
decisiones. Esas desventajas se pueden llegar a transformar en lo que llamamos
patologías o enfermedades.
El hecho de callarse o de no decir las cosas tal y como uno
lo siente, a menudo se suele sustentar en criterios educativos, por diplomacia,
por miedo a no poder afrontar las consecuencias, o para no hacer daño. En
cualquiera de estos casos, dependiendo de la importancia de lo no expresado, el
cuerpo humano ha desarrollado una estrategia de comunicación con su dueño que
se ha dado en llamar enfermedad.
Una de las primeras dianas que se activa al callarse es la
región de la garganta y cuello.
Concretamente la faringe nos puede
molestar por tragarnos algo que no nos ha gustado, y no hemos dicho nada al
respecto, o por no conseguir algo que habríamos deseado tener a nuestro
alcance. La mayoría de los dolores de garganta tienen poco que ver con coger
frío o por la ingesta de bebidas frías, o cosas así que nos llevan contando.
Aunque es cierto que un cambio brusco de temperatura sí puede ayudar a que se
desencadenen este tipo de molestias, siempre y cuando vaya acompañado del
conflicto que estoy mencionando. La sinceridad y la coherencia mantienen
las defensas altas, por eso, si te quieres bañar en un mar de aguas frías,
porque ése es tu deseo, es bastante improbable que enfermes.
La laringe, con sus cuerdas vocales, reacciona la mayoría de
las veces regalándonos una afonía, no para molestar, sino para que nos demos
cuenta de que los órganos entran en disfunción o se atrofian cuando no se
utilizan.
“La faringe nos puede molestar por tragarnos algo que no nos
ha gustado, o por no conseguir algo que habríamos deseado tener a nuestro
alcance.”
La glándula tiroides responde con frecuencia ante
conflictos de impotencia, cuando hay que hacer algo urgente y nos sentimos en
soledad ante las responsabilidades. Esta glándula es la encargada de regular la
velocidad del metabolismo celular; por eso reacciona ante estos conflictos con
mayor o menor producción de hormonas, para adecuar al organismo a las
necesidades del entorno. Se trata de un conflicto muy frecuente en las mujeres,
dado que su capacidad ancestral para ocuparse de muchas actividades les ha
generado una carga social que, hasta hace bien poco, estaba muy bien vista.
Si a eso añadimos su progresiva incorporación al mercado
laboral, nos encontramos demasiadas mujeres que, al regresar del trabajo, se
tienen que seguir ocupando de las tareas domésticas y de los asuntos
importantes de los hijos, pese a que convivan con su pareja. Frases típicas que
animan al organismo a enfermar de esta manera son: “-Pero, ¿cómo tienen esto
así? Mira, mejor me callo. –La próxima vez, ¡Te vas a enterar!”(Y
llega una próxima vez, y nadie se entera, porque no hay determinación).” –No
voy a discutir, porque no sirve de nada.” “-El día que yo hable, vas a ver lo
que es bueno.”
Hay que responsabilizarse de lo que se dice y de lo que no
se dice; de lo que se hace y de lo que no se hace. Porque el cuerpo toma buena
nota de ello, y en cuanto detecta alguna incoherencia, nos avisa.
Seguimos con los toques de atención que nos brinda nuestra
naturaleza orgánica con el órgano de la visión. Éste se puede ver alterado
cuando tu actitud frente a lo que haces o frente a lo que te proponen ves que
no te gusta, pero no haces nada al respecto.
Le haces tragar al ojo imágenes de
una realidad que no aceptas, viviéndola en silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario