Se llama codicia al deseo desmedido que siente una persona
por obtener riquezas materiales o dinero. Aquella persona que es codiciosa,
considera que nunca tiene demasiado y hace lo que esté a su alcance para
obtener siempre más. Se trata de una ambición sin límites, por la cual se
quiere más de lo que realmente se necesita.
La persona ambiciosa es una a la que solo le importan sus propias necesidades. Suele decirse que “mira solamente su propio ombligo”, dado que no ve más allá de sus intereses y solo desea acaparar más y más dinero o riquezas sin tener límite alguno.
Psicológicamente se considera que a la persona codiciosa se le nubla la mente y se le llena solamente de ideas que le permitan obtener más bienes materiales. Por ello para lograrlo no piensa si daña a terceros o afecta las necesidades de otro. Simplemente sigue adelante teniendo en mente en todo momento, su propio beneficio.
La codicia es considerada en la biblia, como un pecado. El codicioso no tiene, además, interés por los más necesitados. No es una persona que se adhiera a causas humanitarias o se preocupe por la solidaridad con el prójimo. La codicia suele ser algo totalmente negativo e incluso destructivo. No solo por el posible daño a terceros al querer obtener más sin importar si estos se ven afectados, sino también por el daño que se genera el mismo codicioso. Lo vuelve una persona sumamente interesada y que vive solo para obtener cosas.
La persona ambiciosa es una a la que solo le importan sus propias necesidades. Suele decirse que “mira solamente su propio ombligo”, dado que no ve más allá de sus intereses y solo desea acaparar más y más dinero o riquezas sin tener límite alguno.
Psicológicamente se considera que a la persona codiciosa se le nubla la mente y se le llena solamente de ideas que le permitan obtener más bienes materiales. Por ello para lograrlo no piensa si daña a terceros o afecta las necesidades de otro. Simplemente sigue adelante teniendo en mente en todo momento, su propio beneficio.
La codicia es considerada en la biblia, como un pecado. El codicioso no tiene, además, interés por los más necesitados. No es una persona que se adhiera a causas humanitarias o se preocupe por la solidaridad con el prójimo. La codicia suele ser algo totalmente negativo e incluso destructivo. No solo por el posible daño a terceros al querer obtener más sin importar si estos se ven afectados, sino también por el daño que se genera el mismo codicioso. Lo vuelve una persona sumamente interesada y que vive solo para obtener cosas.
La codicia implica ambición. Pero a diferencia de la
ambición con metas positivas y de crecimiento, esta ambición es egoísta y
carece de significado para el crecimiento personal. La codicia puede resultar
muy peligrosa cuando el que la práctica tiene a su cargo a un grupo de
personas. Si se trata, por ejemplo, de un sujeto que es director de una empresa
y comienza a obtener buenas ganancias, la codicia lo puede llevar a querer
tener más.
De esta manera puede poner en riesgo a su empleados. No solo
se puede afectar a otras personas, sino también a la naturaleza. Un
ejemplo es el caso de una explotación minera, donde las ganancias obtenidas
pueden hacer que se siga explotando con el fin de extraer más riquezas, a costa
de la destrucción del medio ambiente y el daño a seres vivos.
Diferencia con la avaricia A pesar de todo, puede suceder
que la persona codiciosa comparta parte de sus riquezas con personas muy
allegadas o con la familia. Pero raramente lo hará con un círculo más amplio
que ese. En esto se diferencia la codicia de la avaricia, ya que esta última
implica acaparar pero sin gastar o utilizar lo que se obtiene.
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