La humana es una especie
compleja, diversa y siempre en constante investigación. No todo está tan
definido, o se sabe tanto como se quisiera, de las personas en sí, como
sociedad y como individuos. A veces, se encuentran las zonas grises, esas que
no se sabe bien cómo encasillarlas, o de qué forma reaccionar ante ellas. Y
aquí es donde aparecen los sentimientos encontrados.
Sabes que X no te gusta, pero
H sí. Y luego hay cosas en tu escala de “me gusta-no me gusta” que tienes en
claro. Pero entonces viene T, que no es malo pero tampoco es bueno, o es bueno
pero malo a la vez, o te gusta pero no te gusta... Porque no es algo del tipo
blanco sobre negro. No tienes pautas para definir si te agrada o no, y por eso
no sabes cómo sentirte al respecto.
Los sentimientos se
clasifican en simples (interés, alegría, angustia, enojo, miedo, ansiedad,
sorpresa y disgusto) y complejos. Los simples son universales e innatos, los
complejos tienen elementos cognitivos, y pueden variar de cultura a cultura, o
de persona a persona.
Imagina que has estado
trabajando en algo por años. En principio te gustaba, y tu familia quería que
lo lograses, pero con el tiempo las cosas se fueron complicando y terminó
siendo una carga demasiado pesada. De golpe y porrazo, a ese algo se lo lleva
un huracán y no hay forma de recuperarlo. Sientes alivio, tristeza, rabia,
alegría, culpa, sorpresa... todo a la vez. Y no sabes qué es más fuerte de todo
eso
.
A toda tu familia le gusta G,
pero a ti no. No entiendes por qué: te han dicho toda la vida que debería
gustarte, pero a tí, simplemente, no te agrada para nada. Y eso te genera
sentimientos varios, a veces mezclados de forma tal que no sabes bien qué estás
sintiendo, o si deberías de sentirte así. Lo mismo pasa cuando te gusta algo
que te dicen que no deberías sentir.
Hay temas delicados, en los
que algunas personas tienen fuertes opiniones, mientras que otras no se han
definido (no es lo mismo si no les interesa). Analizando los pros y contras, o
lo que dicen quienes apoyan y quienes se oponen, no sabes bien en dónde entra
la moralidad o el “deber ser”: no hay instructivos claros, o los que hay no te
parecen aplicables. No hay línea guía válida.
En psicología, se utiliza
“disonancia cognitiva” para referirse a los sentimientos encontrados. Se
refiere al estado psicológico de tener necesidades, pensamientos y deseos
contradictorios. Es muy común cuando una persona a la que tenemos en muy alta
estima hace cosas que consideramos repudiables o negativas.
En lengua común, a los
sentimientos encontrados se los define como ambivalencia. Puede que seas una
persona muy segura de ti misma, pero eso no te librará de tener sentimientos
encontrados. Es algo que le sucederá a toda persona, porque cambias con cada
día, aunque sea de forma casi imperceptible, y el mundo cambia a tu alrededor.
Antes las cosas eran
distintas. Quizás te acostumbraste a tu vida, y luego apareció algo, o alguien,
o salió a la luz algo que sucedía hacía mucho y llegó al punto de quiebre. ¿Qué
te depara ahora? ¿Qué pasa si haces A pero no B, o viceversa? Cada opción tiene
sus pros y sus contras, y no sabes cuál te gusta más. Estás en un punto en
donde debes de elegir, o dejar que la gravedad te empuje hacia un lado, que
puede no ser el que más te gustaría.
Que las drogas son malas,
pero fumar marihuana es legal ahora. Que beber es malo, pero tus amistades te
dicen que no se divierten sin un par de cervezas en el cuerpo. Que te ames como
eres, pero que adelgaces, compres ropa incómoda y zapatos caros. Que la
felicidad es tener hijos, pero luego no esperes poder hacer tu carrera,
recibirte, o dormir.
Todo esto genera sentimientos encontrados, porque la vida
no es, ni de lejos, simple y sencilla como te la contaron.
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