Toda imagen de futuro exige
dimensionar la complejidad social en la que un determinado actor social está
inserto. No es posible pensar ni pensarse de manera aislada. Toda construcción
del futuro demanda una mirada que aborde el espacio de la sociedad en su
conjunta para delinear allí el lugar propio de cada actor social, de cada
organización, considerando también sus alianzas y oposiciones.
Un actor se
define siempre en relación. La identidad de un actor es una identidad en
relación. Es el resultado de una construcción siempre compleja entre los
propósitos, las capacidades y los recursos propios, y la multiplicidad de
relaciones que se constituyen como alianzas y como resistencias con otros
actores, en medio de un escenario que les genera a todos ellos posibilidades,
oportunidades y también limitaciones.
La prospectiva entonces no se puede
limitar a mirar uno solo de los actores, aislado del contexto y de sus
relaciones. Y la mayor riqueza estará siempre en la posibilidad de que esa
construcción de imágenes de futuro se haga en alianza con aquellos que son
considerados aliados, evaluando las divergencias con otros actores y sus
posibles resistencias (todo lo cual enriquece la mirada y las perspectivas propias)
y atendiendo a las capacidades y recursos de los que se dispone, lo que incluye
el desarrollo de nuevas tecnologías.
Construir
el futuro no es adivinarlo
La finalidad de la prospectiva no es adivinar el futuro, no
es anticiparlo. Es asumir que el futuro se abre ante nosotros como múltiples
posibilidades, como una suerte de desafío que nos convoca para generar caminos
por los que estamos invitados a transitar. Por lo tanto, la prospectiva tiene
que ser entendida como una herramienta metodológica y promotora de la
creatividad que invita a la construcción de ese futuro partiendo de la base de
que nada está decidido y todo está por crear.
El futuro, sostiene la
prospectiva, está en nuestras manos. Está en nosotros, en nuestra voluntad, en
nuestra decisión libre y en el uso adecuado de nuestras capacidades, crearlo de
la manera que deseamos..
La prospectiva estudia el futuro para comprenderlo
mejor y poder incidir sobre él. La intención es es idear el mejor
futuro posible, aún cayendo en el espacio de lo que algunos, también de manera
peyorativa, puedan calificar de utópico. Tiene sentido, en un mundo cargado de
escepticismo posmoderno, rescatar el valor de lo utópico. No se trata tampoco
de ciencia ficción.
No es pura imaginación ni se trata de inventar un mundo
futuro totalmente desconectado con el presente. La pretensión es siempre
comprender de mejor manera el presente para poder actuar, para mejorar nuestras
acciones. El pasado se ubica en la dimensión de los hechos cumplidos. Allí nada
podemos cambiar. El pasado puede ser objeto de estudio y de conocimiento, puede
ser referido y evocado, puede dar lugar a añoranzas o desasosiegos, pero son
hechos rigurosos e inmodificables para nosotros. El futuro, por el contrario,
todavía no existe, nadie lo ha predeterminado.
En ese sentido el futuro es
espacio de libertad y, al mismo tiempo, un lugar donde es posible ejercer
cierta cuota de poder asociada a la voluntad y a las condiciones, también
posibles de crear, en las que tendremos que movernos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario