El ser humano, como todo ser vivo, no es un agregado de
elementos yuxtapuestos; es un todo integrado que constituye un suprasistema
dinámico, formado por muchos subsistemas perfectamente coordinados: el
subsistema físico, el químico, el biológico, el psicológico, el social, el
cultural, el ético-moral y el espiritual. Todos juntos e integrados constituyen
la personalidad, y su falta de integración o coordinación desencadena procesos
patológicos de diferente índole: orgánica, psicológica, social, o varias
juntas.
Por esto, el llevar a un ser humano a su pleno desarrollo y
madurez, en su realidad integral, constituye la empresa más difícil y ambiciosa
que pueda proponerse una persona, una institución e, incluso, una sociedad
completa. Sin embargo, caminar en esa dirección, abriendo horizontes e
iluminando caminos, es la meta que se propone, en general, toda verdadera educación y desarrollo pleno del
ser humano.
El cerebro de un simple animal está
formado por áreas perfectamente delimitadas y circunscritas: son áreas
comprometidas con un desempeño genéticamente determinado para mantener su vida
en perfecto estado y propagar la especie. El cerebro del ser humano, en cambio, está
compuesto prevalentemente por áreas no comprometidas, disponibles para el
desempeño y funciones que adquiere a través de la formación familiar y social;
y es un hecho desafiante el que sólo una mínima parte de estas áreas no
comprometidas (inferior, quizá, a un 10%) se desarrolle plenamente.
Esta
diferencia y situación señalan los alcances y posibilidades sin límites que se
le ofrecen al ser humano por su misma estructura genética cerebral. Indica,
asimismo, la magnitud de las metas y el nivel de los objetivos de su posible
desarrollo futuro.
Por ello, todo desarrollo del ser humano deberá tener en
cuenta, en su programación, primero, las posibilidades del mismo y, en un
segundo lugar, los medios más adecuados que faciliten y conviertan en realidad
ese posible desarrollo.
En este sentido, el concepto mismo de desarrollo, cuando está
referido al ser humano, debe ser bien entendido. Deberá ser entendido en sentido estricto (como
despliegue o desenvolvimiento) en los niveles de las estructuras físicas,
químicas y biológicas; pero deberá ser entendido en sentido sólo metafórico al
referirse a la configuración de estructuras psíquicas, sociales, culturales,
éticas, espirituales u otras de nivel superior, ya que, en este nivel, no
existe una sola meta prefijada genéticamente, como es el caso de las
estructuras inferiores, sino múltiples posibilidades, entre las cuales se
deberá escoger basándose en criterios u opciones y alternativas, unas veces de
naturaleza ideológica y
otras, incluso, con trasfondo ético.
La amplitud y complejidad del desarrollo humano ha
propiciado que múltiples disciplinas se hayan abocado a estudiar y tratar de
desentrañar su realidad y enigmática naturaleza. La filosofía de la educación,
la pedagogía, la biología genética, la psicología del desarrollo, la sociología
educativa y muchas otras han dado aportes muy valiosos para guiar la acción
práctica de las profesiones de ayuda. ¿Qué líneas matrices se derivan de estos
esfuerzos e investigaciones interdisciplinarias?
La filosofía griega creó una imagen del hombre centrada en
la virtud y
la razón: el hombre alcanzaba la virtud a través del uso de la
razón y siguiendo sus demandas. El pensamiento cristiano le añadió los
conceptos de amor y pecado.
El Renacimiento introdujo los aspectos de poder y voluntad, plasmando la imagen
política del hombre. Los siglos XVIII y XIX racionalizaron el interés de los
hombres por la propiedad, las cosas y el dinero.
La imagen freudiana de la primera mitad del siglo XX enfatizó el aspecto impulsivo, irracional e inconsciente del
ser humano, y la psicología conductista puso el acento en la presión que
ejercen los factores ambientales. Pero
nunca como en los tiempos actuales se enfatizó tanto la necesidad de la armonía y convivencia cívicas,
como lo hace la Psicología Humanista (Martínez, 2004). Por ello, esa armonía de áreas del desarrollo humano es
la que trata de ilustrar este breve estudio, ponderando la importancia y función de
cada una de ellas.
El filósofo Baruch Spinoza afirmó que “el hombre es un
animal social”, pero los pensadores
existencialistas han puesto un énfasis particular en los dilemas que vive el
hombre contemporáneo en una sociedad de masas y estandarizada, en la cual se
siente como enjaulado, alienado y deshumanizado. En esa situación, aunque
rodeado de gente por todas partes, el individuo se siente solo ante su propia
existencia, que le obliga a encarar sus dudas, miedos y ansiedades, y busca la
compañía de los demás como un medio para superar su soledad. Así, esta
tendencia, natural en el hombre, se ve aumentada en los últimos tiempos.
Este cambio básico en nuestra sociedad, que hace de todo ser
un ser-en-relación, donde cada
entidad social está constituida por un grupo de relaciones que tiene con las
demás entidades, requiere paralelamente un cambio en la educación.
La nueva educación debe
fijar como una prioridad el sentido y conciencia de la propia responsabilidad, es
decir, ser sensible y percatarse de la repercusión positiva o negativa que la
conducta individual tendrá en las demás personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario