“¿Es esta calle o la anterior?”. “Creo que es la anterior”.
“¿Seguro?”. “No, seguro no”. ¿Quién no ha tenido nunca una conversación así? Un
intercambio banal y cotidiano que subraya la importancia práctica que tiene no
sólo saber, sino saber que se sabe; no sólo conocer, sino confirmar que se
posee ese conocimiento. A veces saber que se sabe puede ser más importante
incluso que saber.
Uno puede no conocer la etiología y patología de la gripe,
pero no hace falta conocerlas para saber que los antibióticos no la curan,
porque se trata de un virus. No hace falta saber cómo funcionan los mecanismos
exactos de la inmunización; basta con saber que las vacunaciones funcionan.
No
es necesario poder calcular las ecuaciones de una órbita terrestre para estar
seguro de que la Tierra es un esferoide y los satélites artificiales dan
vueltas a su alrededor. Cuando analizamos muchas teorías científicas
‘alternativas´ lo que falla no es necesariamente el saber, sino el saber lo que
sabemos; no se trata de falta de conocimientos, sino de una profunda
desconfianza hacia la noción misma de conocer.
Los partidarios de la Tierra Plana son capaces de prodigios
de la gimnasia mental para explicar dentro de sus parámetros algunos fenómenos
fácilmente observables: el conocimiento no les falta, más bien les sobra. Lo
que no admiten es que la Tierra esférica sea una realidad comprobada y sólida:
lo que rechazan es la idea misma de que esté comprobada. Lo mismo ocurre con la
eficacia de las vacunas, o de terapias como la homeopatía, o la idea de que
misteriosos poderes utilizan estelas de aviones para fumigar a la población: no
se trata de fracasos del conocimiento, sino de negativas a aceptar un
conocimiento aceptado.
Lo curioso es que esta idea de rechazar el conocimiento
aceptado también forma parte intrínseca del modo cómo funciona la ciencia, un
ámbito en el que se anima a perseguir y abatir a las vacas sagradas y en el que
en principio ningún saber es imbatible o eterno.
Cuestionar los conocimientos
adquiridos es una buena y sana costumbre que favorece el avance del
conocimiento. Pero hasta esto se puede hacer en exceso: cuando se decide poner
en cuestión lo ya conocido sin más razón que la desconfianza y el rechazo
estamos rechazando la misma idea de saber que se sabe. Que es tan importante
como saber, o incluso más.
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