Filosofía
La Libertad Humana
En la actualidad,
según mi criterio, es ya casi imposible filosofar sin tener en cuenta el
psicoanálisis. Los descubrimientos que de la psiquis ha realizado Freud no
pueden permanecer al margen del quehacer filosófico, pues ello limita, de
manera categórica, el pensar.
Tomemos, por caso,
uno de los valores humanos fundamentales: la libertad. El cual acarrea tras de
sí otro valor de índole ético; a saber: la responsabilidad, íntimamente ligada
con el deber ser y el sujeto moral.
A la pregunta ¿es
libre el hombre? se ha de responder basándose no únicamente en el punto de
vista filosófico, también en el psicoanalítico, si es que se quiere obtener una
réplica que se aproxime a la verdad.
A través de la
historia de la filosofía se ha sostenido de manera predominante este criterio:
el hecho de que el hombre, en su obrar, pueda “elegir” entre varias
posibilidades, es prueba de su libertad.
Ahora bien, ¿quién
dirige esta elección en el alma humana? Si aceptamos como cierta la aseveración
del psicoanálisis, que descubre en la interioridad del hombre el mundo
instintivo, la respuesta puede ser la siguiente: hay una fuerza interior
poderosísima (el “ello” o “lo inconsciente”), que influye en la elección. Esta
fuerza se impone tan enérgicamente en el humano que su libertad, que proviene
de su razón, está condicionada al mayor o menor conocimiento que esta tenga de
su propio mundo instintivo. Así, pues, generalmente la elección entre varias
posibilidades que realiza el humano, es gobernada, en alto grado, más que por
la razón, por la sinrazón mundo inconsciente, oculto en la zona más profunda de
su psiquis. Ello limita, o bien, anula la libertad entendida a la manera de la
filosofía tradicional.
Entre los más
destacados filósofos que detectan este poder del inconsciente está Federico
Nietzsche, uno de los grandes precursores de Freud. Por ello la comprensión
cabal de su filosofía únicamente puede hacerse con la ayuda del psicoanálisis.
Según Nietzsche,
solo existe un mundo, el de la “physis (Naturaleza); el otro mundo, el de la
metafísica, el mundo platónico de las ideas, es tan solo una ilusión. Por lo
tanto, el hombre es “physis” y está gobernado por la “physis”. En tal caso, los
actos humanos están “más allá del bien y del mal”, pues no se diferencian de
los procesos naturales: así, “Todo lo que existe es justo e injusto, y en ambos
casos está igualmente justificado”. La moral, como consecuencia, desaparece, lo
mismo que la libertad. Luego, un hombre enfurecido que ocasiona destrozos se
asemeja a una tempestad incontrolable. A ninguno de los dos fenómenos se les
puede detener ni juzgar, pues ambos son fuerzas de la Naturaleza que cumplen su
acción destructiva inexorable.
La libertad como
facultad del humano a obrar independientemente de su mundo instintivo, de sus
impulsos y tendencias naturales, es imposible por la propia “physis”
(Naturaleza) del ser humano. En otros términos, los instintos —la fuerza más
poderosa de su Naturaleza— explican el proceder, la conducta humana. Así, para
Nietzsche, “es disparatado alabar o censurar a la Naturaleza y a la necesidad”.
Tal postura de
Nietzsche, rechazada por la filosofía racionalista, que no admite las ocultas
fuerzas instintivas, es ampliamente comprendida y luego comprobada
científicamente a través del psicoanálisis. Este tiene como punto de partida el
mundo instintivo del humano. Así, frente al psicoanalista, el humano trata de
averiguar el porqué de su proceder enigmático que le conduce al sufrimiento. La
revelación de su inconsciente, la liberación experimentada por el análisis que
realiza de este por medio de su razón, le llevan a comprenderse a sí mismo y a
los demás.
Pero se da cuenta de que su conducta está “más allá del bien y del
mal” al descender a las ocultas zonas de su psiquis, que encierra sus mejores y
peores sentimientos.
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