En la situación actual de sociedad en que vivimos, oímos y hablamos frecuentemente de la necesidad de cambio. En un momento de cambio es fundamental la confianza pues nos facilita poder alcanzar nuestras expectativas, nos permite realizar acciones y por otro lado nos predispone a colaborar en el cambio. Es esencial para poder fluir y relacionarnos con los demás. No tan solo la confianza en uno mismo y en las personas más próximas, sino la confianza en el mundo.
Por el mismo motivo también actualmente hablamos de la
confianza. Hablamos de que hemos perdido la confianza en el Gobierno, en
nuestras instituciones, en nuestro sistema educativo, financiero, etc… Por
tanto es de vital importancia saber gestionar nuestra confianza.
La confianza tiene tres dimensiones que están relacionadas.
Confiar en uno mismo
Confiar en su capacidad, en sus recursos internos, que tiene
que ver con conocerse a sí mismo, aceptar la realidad y actuar de acuerdo con sus
principios y valores. Digamos que el resultado final de la confianza en uno
mismo es la ética. No hay que confundirlo con
la arrogancia o la temeridad, que no incluyen la aceptación de la realidad.
La credibilidad
Es ser digno de confianza. Establece qué grado de confianza
depositan los otros en mí.
Ser una persona confiada
Establece el grado de confianza que uno deposita en las
otras personas y en la comunidad en su conjunto. Hay estudios económicos que
relacionan la confianza mutua con la capacidad de crear riqueza y por ello es
un atributo deseable en los líderes, emprendedores o personas que desean hacer
un cambio
.
La confianza en uno mismo, lleva a un comportamiento
predecible, lo que aumenta la credibilidad de las personas y las hace más
confiadas, porque la confianza actúa como causa y efecto en las relaciones. Una
persona es más dada a confiar en los que confían en ella.
La confianza opera de forma sistémica. Pongamos por ejemplo
un jefe, sea éste un director de una organización o un padre/madre de familia
que se enfrenta a los desafíos diarios en un mercado cambiante o con unos hijos
que crecen, que es otro tipo de cambio. Este jefe decide abordar el cambio
desarrollando un ambiente de confianza. Para ello pone en marcha unas
estrategias como:
Compartir sus expectativas y preocupaciones sobre el futuro,
pero permitiendo expresar distintos puntos de vista.
Mantener una comunicación abierta y transparente sobre
cuestiones de interés común.
Consensuar unas normas básicas de funcionamiento y unos
resultados esperados de cada uno de los miembros.
Tratar a los miembros con justicia e igualdad, considerando
las condiciones personales.
El resultado de estas estrategias, con el tiempo, es que
facilitará la confianza entre los componentes del grupo.
Hay otra forma de abordar el cambio y orientar el
comportamiento de las personas sin necesidad de usar mucha confianza. Este
enfoque, habitual y conocido desde tiempos de Maquiavelo, supone que la
confianza es una energía escasa y que conviene economizarla.
El proceso de
cambio se realiza buscando el máximo grado de control sobre el mismo.
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