lunes, 24 de diciembre de 2018

El Ser Ingenuo

A menudo la gente, o incluso la vida misma, no te aconsejan ser ingenuo. “No seas ingenuo”, seguro que te han dicho esta frase más de una vez, acompañada de una leve sonrisa y una apropiada caída de ojos. “No seas ingenuo”, te dicen, perdonándote la vida. La verdad es que no soporto que me perdonen la vida. En ningún caso.

Creo que una pizca de ingenuidad es importante. De otro modo, la existencia se empobrece. Se hace más triste.

Por eso, yo diría: “Sé ingenuo”, porque significa que vives sin malicia.

A pesar de los múltiples golpes de la vida, hay que resistir y vivir sin malicia. La ingenuidad nos permite abrirnos al mundo y a su incerteza. Sin la ingenuidad, uno no puede de verdad aceptar que no controla nada.

Es cierto, por otro lado, que un ingenuo es más frágil. Un ingenuo es vulnerable porque se muestra tal y como es, sin segundas intenciones, sin pliegues. En potencia, un ingenuo puede llevarse más golpes, puede tener más problemas, puede llevarse más desilusiones…

En definitiva, puede potencialmente sufrir más.

Por eso, buscando la seguridad, pronto aprendemos que la ingenuidad no es buena y que más bien es peligrosa. Así que la abandonamos. Cerramos esa puerta, porque la incertidumbre que encierra es posible que nos traiga padecimientos. Mostrarse sin malicia al mundo y a los demás no siempre conlleva cosas buenas.

Y, sin embargo, cerrando esa puerta nos perdemos muchas cosas. Cosas que tal vez sean las más importantes. La verdadera ingenuidad, la ingenuidad cuyo significado alude al linaje libre, a la nobleza espíritu, exige valentía.

Ser ingenuo y exponerse a los golpes de la vida puede ser una experiencia que nos permita conectar más con otras personas, experimentar la vida de forma más cercana a nosotros mismos.

Por eso hay que ser valientes para llevar una existencia vivida con sinceridad, con sencillez. Una existencia ingenua y con pureza de ánimo.

¿Que es difícil, que sufriremos?

Pues claro. La ingenuidad es cosa de valientes.

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